Fue una muestra de unidad, de carácter, de hacerse sentir como un pueblo solidario, incluso más que las tristes manifestaciones hechas en nuestro país, lo realizado ayer por el pueblo latino residente en Estados Unidos.
Decenas de restaurantes, bares y otros negocios en ciudades de toda la Unión Americana cerraron sus puertas para demostrar su respaldo a “Un Día Sin Inmigrantes”, una paralización como protesta contra las políticas del presidente Donald Trump.
Activistas llamaron a los inmigrantes a no ir a trabajar, a evitar salir de compras y no comer fuera de casa y a no asistir a clases, en un esfuerzo por resaltar el papel vital que cumplen en la sociedad estadunidense.
Grupos de derechos de los inmigrantes manifestaron su preocupación después de allanamientos federales la semana pasada en que fueron arrestadas más de 680 personas que se encuentran en el país en forma ilegal.
Muchos restaurantes, que a menudo dependen de personal compuesto por inmigrantes, cerraron en ciudades como Washington, D.C., Nueva York y Chicago.
Otras ciudades como Las Vegas, Oklahoma, Chicago, los estados Nuevo México, Texas, Carolina del Norte, Michigan y Nueva Jersey se solidarizaron en esta dinámica que unió a los ciudadanos en Estados Unidos.
El presidente Donald Trump vio muy fácil su misión racista, excluyente, como tratando de olvidar los resultados de las recientes elecciones en su país, en las cuales fue derrotado por la demócrata Hillary Clinton en el número de votos populares, aunque no así en los votos electorales.
Y poco a poco se le han revertido todas sus acciones de odio. La gente se levanta en su contra, los países latinos protestan, empresarios de su nación le dan la espalda, y van dejando a un Presidente cada vez más débil.