La única transición que habrá en este cambio de gobierno será el tiempo que corre del día de la elección al de toma de protesta. A partir de ese momento tiene que entrar en acción el gobierno del cambio. Lo nuevo. No será el transbordo temporal hacia un nuevo régimen que vendrá en un futuro incierto ni mucho menos. El cambio se necesita ver y sentir desde el primer día.
La composición plural del Congreso será el margen que puede acotar los alcances del nuevo gobierno, pero también ofrece la oportunidad para mostrar formas diferentes y útiles de ejercer la política. Nadie quiere más de lo mismo, pero tampoco estancamiento o parálisis causadas por no establecer los acuerdos necesarios.
La expectativa social convertida en votos es uno de los principales acicates para obviar la etapa del propedéutico de aprendizaje que justifica el “usted disculpe, acabamos de llegar”. El gobierno estatal tendrá un periodo de seis años, pero antes de dos tiene que enfrentar nuevamente en las urnas los cambios municipales. La sociedad quintanarroense ha ido aprendiendo el poder que en esos momentos tiene en sus manos.
La transición será, entonces, corta y delicada. Un lapso de poco más de tres meses que para algunos temas serán escasos (como preparar al punto a los equipos que se harán cargo de los diferentes niveles de responsabilidad) y para otras están siendo más que suficientes (los cambios constitucionales para el blindaje del gobierno saliente, así como para borrar todo lo que puedan de la huella cuestionable).
Así, lo más sensible será la entrega-recepción, y especialmente la primera. Corre la amenaza de que el gobierno en retiro la obstruya, la alargue o de plano la parcialice omitiendo o sesgando la información. De la solución que tenga esta etapa dependerá con qué herramientas se empiece el 25 de Septiembre.
