Si Morena gana la elección del Estado de México, dos consecuencias inmediatas de un eventual triunfo serían: uno, descontar al PRI como un contendiente en 2018, aunque postule candidato y su logo aparezca en la boleta; y dos, la sensación de inevitabilidad de López Obrador como próximo presidente de México. Que Morena gane ahí no significa pase automático hacia Los Pinos, pero así sería leído en la opinión pública y en los mercados financieros.
De la mano del conflicto interno, el asedio desde Toluca al gobierno federal generaría un enorme desgaste al gabinete. El nuevo gobierno de Delfina Gómez podría difundir, a partir del 15 de septiembre cuando toma posesión, expedientes de presuntos actos de corrupción que se remonten hasta las épocas cuando Peña Nieto era gobernador. Aunque sea con información incompleta o sesgada, la guerra mediática puede ser atroz para el funcionamiento del último año del gobierno federal.
Luego entonces el destronamiento de Peña Nieto, la presidencia, el feudo más grande del país del priismo, los estados del mismo bando, adicionando a la mayoría de alcaldías veracruzanas que castigaran al PRI duartista criminal y corrupto; más las cantadas derrotas en Nayarit y Coahuila, por los mismos motivos, tendremos a partir del 5 de junio un nuevo escenario de la política nacional.
Hay quienes están convencidos de que quien gane el Estado de México, llegará con ventajas al 2018.