Para ser político se requiere tener un amplio criterio, digo, si se quiere ser un buen político. Todos aquellos que nos dedicamos a la política compartimos el gusto por el servicio a los demás, dejar huellas en las páginas de los libros de nuestras propias historias.
Como en todas las profesiones los hay buenos y los hay malos; en política particularmente los malos son más que los buenos, ya que parece que a muchas y muchos los enloquece el poder, ya sea para robarle a sus gobernados o para hacer de su palabra la única y verdadera ley. En cualquiera de las dos actitudes, el que la lleva perdiendo es el pueblo, mientras en México exista una monarquía disfrazada en partidos políticos, difícilmente se podrá controlar a gobernantes enloquecidos por la avaricia y el poder.
Ya es tiempo que en México los partidos supervisen y llamen a cuentas a aquellos que gobiernan bajo sus colores, y no tratarlos como reyes intocables. Si un gobernante de elección popular del nivel que sea, su partido detecta que no está haciendo un buen su trabajo, da señales de corrupción, prepotencia, incapacidad, etc.
Lo anterior, porque no es justo que a miles y miles de militantes de los distintos partidos se les llame rateros o incompetentes, por culpa de un gobernante que deja mal a todo un partido, y esto va para todos los partidos, no hay uno que se salve de tener algún gobernante con sus colores que no la haya regado. Es momento de dignificar el trabajo político, ya sea partidario o independiente, se tiene que dignificar porque mientras este país sea democrático, que espero sea por siempre, no habrá manera de que no existamos los políticos.
México merece buenos políticos, hay que escuchar y analizar muy bien a quién le daremos nuestros votos, ya que tenemos los políticos que nosotros mismos elegimos. Busquemos la propuesta de la persona como tal, que esta persona responda por sus actos, no solo a la población, si no también al mismo partido que le dio la confianza.