Rumbo a la próxima definición de la nueva dirigencia estatal del PRI, hay ahora quien pretende adelantarse y presentar credenciales con supuestos logros para rescatar algo a su favor en un PRI que se desmoronó, en gran parte, por su culpa.
Nos referimos por supuesto a Paul Carrillo de Cáceres, quien ahora hace uso de su técnica de engaña-bobos, al intentar convencer a los priistas que él es quien merece la dirigencia estatal porque –según él y sólo él- Cancún fue una de las cuatro grandes ciudades en las el PRI ganó, porque en este destino triunfó Mauricio Góngora y porque además ganó las ocho diputaciones locales.
A Paul Carrillo ya le gustó el “aquimichú” de la política, es decir, le fascina colgarse de logros no propios, de ponerse medallas ajenas, pero, si se atrevió a hacerlo aún contra la voluntad del Gobierno Federal de Enrique Peña Nieto, cómo no lo va a hacer ahora…
Hace tres años, el gobierno peñista colocó letreros en las obras de calles y avenidas de Cancún que decían: “esta obra es del gobierno federal” y aún así, se las adjudicó ante la opinión pública.
Lo mismo hizo con el turismo, cuyas metas fueron logradas por el gobierno estatal de Roberto Borge, y Paulito no cejó en cacarearlas como suyas, sin mover ni un dedo.
Y ahora, Paul quiere apantallar a los priistas adjudicándose elecciones ganadas por el PVE, convertido en Cancún como la primer fuerza política, mientras que el PRI, sí, el PRI del que Paul Carrillo aparece como cabeza municipal, cayó al cuarto lugar, incluso por debajo del PAN y de ¡Encuentro Social!
No puede Paul venderle chiles a Clemente Jacques, los priistas saben que nunca como ahora, el PRI sólo logró el 15 por ciento de la votación total en Benito Juárez.