“¿Con quién vas a pasar Navidad?” “¿Dónde vas a celebrar el Año Nuevo?”. Estas preguntas son comunes en el mes de diciembre. Ya me las hicieron varias personas, incontables veces. Y todos los años pasa lo mismo. Desde niños, la época previa a las vacaciones de fin de año ya auguraba una felicidad prolongada. A los pocos días, la música decembrina en la radio, las luces en las calles y en las casas, las radiantes novenas de instrumentos destemplados y discordes, las reuniones familiares que se preparaban, la saturación de galletas, natilla y buñuelos, las tarjetas de buenos deseos que enviaban los amigos de la casa, entre otros más, conformaban los indicios de la noche más inolvidable y maravillosa del año.
Sin embargo muchas personas que conozco están muy preocupadas porque la situación económica en esta navidad no les permitirá tener regalos caros en sus hogares y a otros muchos menos una cena decente. Hoy en día la Navidad representa comercio, ventas especiales. La Navidad nos produce mucha tensión y hasta depresión; en lo financiero, en lo emocional, en lo familiar. El significado de la navidad es más que eso, y lamentablemente mucha, muchísima gente olvida que es el nacimiento de Jesucristo que vino para redimir al mundo, y la obra de San Nicolás de ayudar a los niños pobres, fueron el origen de los obsequios que se reciben en la Nochebuena.
Llegada la navidad, toda la gente se llena de sensibilidad, ya sea alegría, tristeza, nostalgia, enojo, resentimiento, son tantas, pero todas son emociones. Nadie se puede escapar de ellas, aún aquellos que dicen que no les importa o no les gusta, ése es un sentimiento. Nos concentramos en el trabajo o en darle a estas fiestas un sentido económico y, de verdad, lo más importante de estas fechas es el poder pasarlas con nuestros seres queridos.