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noviembre 27, 2024

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¿Sheinbaum o Monreal?

Columna por Julio Hernández López

Este viernes arranca en Morena el levantamiento de encuestas caseras que permitirá, a la semana siguiente, declarar un ganador de entre los tres participantes autorizados por el consejo estatal de la Ciudad de México para contender por la candidatura a gobernar esta demarcación: Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal y Martí Batres.

El interés se ha centrado en Sheinbaum y Monreal porque, más allá de la contienda interna, y luego la externa, por el gobierno de la caja de resonancia política del país, ellos encarnan dos modelos de trabajo y relaciones políticas hasta ahora contrapunteados sin generar escándalo, de tal manera que la victoria de uno de esos modelos tendrá trascendencia en el futuro general del joven partido y en los relevos directivos que habrán de llegar.

El proceso capitalino habría transcurrido como ha sucedido en casi todos los casos de designaciones internas de candidatos, en otras entidades federativas. Siempre se ha privilegiado la búsqueda del “consenso”, que en la realidad interna de este partido acaba siendo “consenso de uno”, es decir, de una persona en la cúspide de la organización. Enviados o delegados del centro del país suelen conseguir en los estados, por gestiones, presiones o imposición, que determinada persona recorra la ruta diseñada para luego formalizar su candidatura.

En la Ciudad de México, aunque Andrés Manuel López Obrador buscó que hubiera consenso, no lo consiguió, particularmente por la postura del zacatecano Monreal, lo que llevó a desempolvar el método de una segunda fase, la de la encuesta (se supone que sin los “cuchareos”, siempre denunciados cuando son otros los que recurren a este método demoscópico).

Como jefe delegacional en Cuauhtémoc, Monreal decidió mantener canales abiertos de comunicación con el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, bajo el argumento de que no podría conseguir recursos y apoyos, ni mantener gobernabilidad en esa muy difícil delegación, si se peleaba con el gobernador de la Ciudad de México, por más que éste fuera perredista y que la línea para los jefes delegacionales morenos fuera la de restringir los entendimientos políticos con el citado Mancera. Además, Monreal ha sostenido relación con segmentos del PRD y de otros partidos, incluso para cerrar negociaciones importantes para Morena, como el apoyo del PT a Delfina Gómez en el Estado de México.

Sheinbaum representa el polo de quienes se han apegado a la línea de reducir los puntos de contacto con Mancera, llegando al rechazo político. La jefa delegacional de Tlalpan fue secretaria del medio ambiente con López Obrador como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal y tuvo a su cargo proyectos tan importantes como la construcción del segundo piso y el Metrobús. Se le considera sumamente apegada a la figura de AMLO y, en ese sentido, su precandidatura ha sido apoyada por el primer círculo del tabasqueño, incluyendo a quien en los hechos es una especie de poderoso comisionado para la Ciudad de México, Andrés López Beltrán, llamado Andy.

Hasta ahora, las posibilidades de ruptura han sido sistemáticamente negadas por los participantes. Aunque falta precisar los detalles correspondientes a los delicados puntos del levantamiento, procesamiento y validación de dichas encuestas. Hasta ahora, Morena ha evitado en su seno la repetición de la recurrente historia de las divisiones e incluso impugnaciones jurídicas que han caracterizado a las elecciones perredistas.

Todo hace suponer que Sheinbaum es la candidata deseada por el máximo nivel directivo de Morena. Ella, o Monreal, ambos con sus claroscuros, serían candidatos muy fuertes de Morena para gobernar la capital del país. En realidad, es tal el posicionamiento positivo de este partido, fincado en el declive del PRD y en el mal gobierno de Mancera, que cualquiera de los tres podría ganar en la elección del año entrante. Batres aparece con menos probabilidades de triunfo en la contienda interna en razón de la polarización, por razones cupulares, entre los jefes de Tlalpan y Cuauhtémoc, pero no por falta de méritos o base política (recuérdese que ha sido secretario de desarrollo social en el gobierno capitalino y actualmente preside el comité local de Morena).

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Lo grave sería que el zacatecano no quedara conforme con el método y la operación de las encuestas, si la triunfadora oficial fuera Claudia. Del otro lado del encordado boxístico están Mancera, quien realmente no tiene un candidato fuerte para su propio relevo, y la tentación del frente opositor, PRD-PAN, que podría ceder la postulación capitalina a alguien de eso llamado izquierda, para quedarse con la candidatura presidencial.

Como telón de fondo, más importante de lo que a primera vista parece, está el futuro de Morena, es decir, el tipo de liderazgo que sucederá a López Obrador, ya sea porque éste arribe a la silla presidencial o porque no la haya alcanzado y llegue el momento de dar paso a nuevas corrientes y figuras en el partido mencionado.

Ayer iniciaron las negociaciones para acomodar lo que quede del Tratado de Libre Comercio de América del Norte a las necesidades políticas y económicas de Donald Trump, quien sigue teniendo en el gobierno federal de México un aliado inerme para que, a costillas de éste, el habitante de la Casa Blanca trate de resarcirse de las derrotas políticas que por otros lados le infligen.

Reunión de amigos, hoy, en la Procuraduría General de la República: Raúl Cervantes Andrade (a quien Peña Nieto quiso hacer ministro de la Corte, terminó colocándolo en la PGR y ahora intenta dejarlo nueve años más, a título de fiscal “independiente”) recibe a Emilio Lozoya Austin (miembro del equipo de campaña de EPN, como el propio anfitrión Cervantes). El reencuentro se debe a la necesidad mediática de Emilio de presumir que ya fue a la PGR, pues su abogado, Javier Coello Trejo, gulp, insistió en que la procuraduría “recibiera” a Lozoya, como si con ello se demostrara inocencia en el caso Odebrecht y los sobornos que un exdirectivo dijo se entregaron a cuentas designadas por el entonces director de Pemex. ¡Hasta mañana!

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