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28 junio, 2024

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Semana Santa (parte I de II)

La Semana Santa significa mucho para un gran porcentaje de los mexicanos: época de recogimiento espiritual, de conciliarse con el Todopoderoso, de reflexionar, de hacerse mejores personas, de acercarse a lo incorpóreo; de ir a misa y presenciar el Viacrucis.
Por mala ventura, en nuestro país la experiencia histórica entre la iglesia y el Estado ha sido desastrosa, y no fue sino hasta mediados del siglo XIX que finalmente se logra la separación de ambas instituciones, sin embargo, en el país vecino las cosas son diferentes; en sus mismos billetes el refrán reza: “En Dios confiamos”.
Pareciera que los ideales de los países conquistadores marcaron profundamente las diferencias entre los países de América; por un lado, España, con la defensa del catolicísimo a ultranza, imponiendo no sólo en un sentido la espiritualidad al indio, mestizo y criollo, sino estableciendo formas en la economía, por ejemplo el ahorro e inversión, que eran completamente temas de herejía; no era lo que Dios esperaba que los habitantes de las colonias controladas por ellos hicieran; sin embargo, para la zona de Estados Unidos y Canadá, la doctrina protestante establecía no sólo una relación diferente con Dios, sino que además instituía el ahorro e inversión como una ley necesaria, pues consideraban que el Creador había puesto las cosas materiales para que el hombre pudiese administrarlas correctamente.
Por ese simple hecho, las cosas han sido diferentes para ambas zonas, pues pareciera que en los países protestantes, la Semana Santa no es el momento preciso de acercamiento a Dios, ya que cada día, cada momento, tienen presente su relación con el Altísimo.

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