Suegras, cuñadas y comadres. En reciente viaje a la ciudad de México quise visitar a una amiga que hace algunas lunas que no la veía. Ella vivió algunos años en Quintana Roo y de inmediato me preguntó sobre temas de política y cosas peores.
Entre otras preguntas, cuestionó el por qué de tanto odio del gobernador Carlos Joaquín González hacia Roberto Borge y hacia Félix González “¿es un asunto político o en realidad se trata del tema económico, del quebranto financiero del gobierno estatal?”, inquirió.
De inmediato le dije que el tema es principalmente político, es decir, que el fin es político y los medios son financieros, a través de los cuales pretende “vengarse”.
Y después llegamos a la conclusión de que Joaquín González está iracundo contra los dos últimos gobernadores, porque estos le cerraron el paso para la candidatura del PRI a la gubernatura.
“¿Pero no es lo que todos hacen, a fin de imponer a gente suya como su sucesor?”, cuestionó.
Agregó que todos los presidentes y los gobernadores hacen lo mismo. Pueden haber muchos aspirantes, pero el tlatoani en turno es el que lleva la voz cantante, salvo algunas excepciones.
De hecho a Roberto Borge no se le permitió imponer a quien se le ubicaba como su “delfín”, pero en general esta es la forma en que se nombra al candidato, y no solamente en el PRI ocurre esto.
Quizá Beto sí se excedió en pretender cerrarle el paso a como diera lugar. Pero esto también sucede en cada elección. Vicente Fox y Felipe Calderón lo hicieron con Andrés Manuel López Obrador, Carlos Salinas con Cuauhtémoc Cárdenas, Félix González con Carlos Joaquín y con Gregorio Sánchez, Joaquín Hendricks con Juan Ignacio García Zalvidea.