A casi una semana de que concluyan las campañas rumbo a las elecciones del 5 de junio en Quintana Roo, hay muchos que pretenden tensar lo que está ocurriendo en la entidad.
Cierto es que el ambiente electoral no está sobre seda ni algodón, pero tampoco está tan ríspido como, incluso, muchos pronosticaron antes de iniciar esto a lo que llamaron “la madre de todas las batallas”.
Lo que ha ocurrido, afortunadamente –al menos hasta el momento de teclear esta entrega- no ha pasado de amenazas, insultos, injurias y hasta el incendio a una bodega del PRI.
Y no es para menos, pues en esta ocasión participan juntos los dos partidos de oposición con mayor representatividad PRD-PAN, abanderando a un político serio con inmenso capital político desde hace más de seis años: Carlos Joaquín González.
Todo esto ya lo sabíamos, como también sabíamos que la apuesta de oposición es la más grande hecha en la entidad, y que el PRI por supuesto que no se iba a dejar arrebatar la gubernatura, y mucho menos cuando hay un roce muy serio entre los dos grupos políticos confrontados.
Hasta ahora el proceso electoral no se ha salido del guión, no ha pasado más de lo esperado, y todos hacemos votos para que todo siga así, a fin de que permitir que la gente participe con plena libertad y convicción, sin que estallen las pasiones.
En la entidad, toda la gente está consciente de la importancia de este proceso electoral, en donde se elegirá a quien será el octavo gobernador constitucional del estado, pero también sabe perfectamente que se trata de una entidad turística que depende de su imagen. Y presentar ante el mundo una imagen violenta de esta entidad afectaría a todos por igual.