Les comento suegras, cuñadas y comadres que continúan las voces externas de presuntos priistas exigiendo que se remueva la dirigencia del PRI en la entidad, con el consabido interés de entregarlo a quien hoy gobierna el estado, en un intento más de vengarse de aquellos que le cerraron las puertas para la candidatura.
Estos que hoy levantan la voz para exigir la remoción de la actual dirigencia, es gente que tiene años, lustros que no hace un trabajo de partido, y que de buenas a primeras pretenden mover el avispero de acuerdo a sus aviesos intereses.
Y salen con un vulgar chisme mediático, asegurando que se aproxima una nueva desbandada de priistas.
El Revolucionario Institucional requiere hoy de la unidad, del trabajo, de gente con convicción dispuesta a esforzarse desde la oposición estatal, pero que sigue siendo la primer fuerza a nivel federal y municipal.
El partido no está en los escombros. Se perdió la gubernatura, sí, pero el PRI siempre se ha caracterizado por ser el único partido que trabaja todos los días, a diferencia de los otros que son únicamente electoreros, y que sólo se bajan de su hamaca un mes antes de iniciar un proceso electoral.
Eso le da una enorme ventaja a este instituto que, cabe decir, no depende de uno ni de dos personas, sino que el PRI es toda una estructura bien definida, compuesta por hombres y mujeres de convicción partidista.
El partido se encuentra consolidado y dispuesto a dar la batalla dentro de un año y medio, en las elecciones de 2018, para limpiarse la sacudida que representó las elecciones de junio pasado.
Existieron errores, sí, hubo soberbia, también, exceso de confianza y falta de apoyo, fue evidente, pero no sólo de los triunfos se aprende, de las derrotas se aprende más.
