En pleno auge de la implementación de las medidas económicas neoliberales que le dieron un giro drástico al país rumbo al tobogán de la desigualdad extrema que vivimos hoy, en mayo de 1994 México se metió en el presuntuoso brete de sumarse a la lista privilegiada de los países más desarrollados del mundo, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Desde entonces, se debate inútilmente en el fondo de sus índices de desarrollo, crecimiento, bienestar e indicadores similares; a pesar de seguir a la letra las recetas y recomendaciones para realizar las llamadas reformas estructurales.
Tan puntual y comprometida ha sido esa participación que un personaje que en ese entonces ejerció funciones principales en el ámbito financiero del gobierno nacional hoy es el Secretario General de la OCDE, José Ángel Gurría, quien en esta semana tan movida por el cuestionamiento de las reformas, especialmente la educativa y la energética, irónicamente ha incorporado su voz en el debate para inducir a que algunas cosas que necesiten ajuste habría que corregirlas: “Creo que las reformas nunca terminan, son algo como un estado de ánimo. Se debe seguir con las reformas y a veces hay que reformar a las reformas, porque no siempre le atina uno a la primera”.
No específica a cual o cuales se refiere pero es indiscutible que pone el punto en la necesidad de romper la inflexible actitud del presidente Peña Nieto quien insiste en que las reformas no se negocian.
No lo están diciendo únicamente la oposición en la calle, los maestros o AMLO. En esa entrevista para Notimex, Gurría agrega: “el caso de México ha sido muy claro. La prioridad para el gobierno federal es la parte social y entonces hay que proteger eso, pero a veces es necesarios hacer algunos acomodos, de lo contrario, las cifras no dan”. ¿Será escuchada la voz de un promotor predecesor de las reformas?