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noviembre 27, 2024

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Recursos públicos, juegos privados

Aún cuando la polémica se ha centrado en el senador Emilio Gamboa Patrón y en el aspecto específico del golf, el punto crítico del episodio del uso de un helicóptero militar, para habilitarle compañero de juego a Enrique Peña Nieto, reside en el uso de recursos públicos, por orden de Los Pinos, para gustos o actividades de índole particular.
En estricto sentido, sólo es de Peña Nieto la responsabilidad de lo sucedido este domingo en el Campo Marte, sitio de partida de Gamboa, su secretario particular y un dueño de un grupo empresarial de comunicación social, a Ixtapan de la Sal, donde, al menos, el senador yucateco y el exgobernador mexiquense se dedicaron a jugar golf.
El actual ocupante de Los Pinos, como los gobernadores del país entero, suelen disponer de los recursos públicos con absoluta libertad (en realidad, un libertinaje) para actividades enteramente personales, familiares o, simplemente, a contentillo del titular del poder ejecutivo en turno. Desde pianos de “primeras damas” llevados en giras internacionales, hasta viajes a tiendas de Estados Unidos para hacer las compras más ocurrentes. Desde el abuso en comidas, bebidas y productos suntuarios, todo con cargo al erario, hasta el envío enteramente discrecional y faccioso de automóviles, camionetas, helicópteros o aviones, conforme al capricho del presidente de la República o el gobernador del que se hable.
En el caso específico de este domingo, no hay ninguna constancia de que se haya realizado la “sesión de trabajo” que ha invocado el senador Gamboa Patrón (parte en conflicto, no una fuente ecuánime de información), ni se explica el motivo de que también se haya llevado a un empresario periodístico a tan delicado encuentro, en el que, siempre según Gamboa, se hablaría de la renuncia presentada ya entonces por el todavía procurador federal de justicia, Raúl Cervantes, de la manera de procesarla y de otros temas sensibles de la relación entre los poderes ejecutivo y legislativo.
De lo único que hay constancia plena es de la subida a un helicóptero gubernamental de bastones de golf y de otros arreos para la práctica de este deporte. Además, hay la confesión de una de las partes involucradas, el multicitado senador yucateco, de que, efectivamente, se practicó el mencionado deporte de los golpes y los hoyos, con lo cual queda acreditado que una nave militar fue utilizada para transportar equipo para solaz personal de Peña Nieto y, cuando menos, uno de sus invitados. ¿Cuántas veces, a lo largo de este sexenio cargado de abusos, se han utilizado vehículos gubernamentales para faenas de índole similar?
Y, sin embargo… en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no hay más que el dedo de Enrique Peña Nieto para designar las principales candidaturas de 2018, entre ellas, obviamente, la presidencial. No tiene un solo contrapeso real, aun cuando la volátil estampa del villano favorito, Carlos Salinas de Gortari, sigue siendo usada como espantapájaros a conveniencia de unos y otros. No hay un solo gobernador priista que pudiera significar alguna forma de presión, e incluso Peña Nieto entregará una cartera tricolor muy disminuida de esos cargos, pues, en lo que en esta columna, que no juega golf, se ha llamado “el bipartidismo inducido”, cedió gubernaturas al PAN en 2015, como nunca antes en la historia política mexicana.
Tampoco hay figuras en su gabinete con fuerza propia, como para inconformarse con el dedazo peñista en curso (el presunto descartado principal, Miguel Ángel Osorio Chong, tiene una cola suficientemente larga como para preferir premios de consolación antes que encabezar impensables rebeldías internas). Manlio Fabio Beltrones, a quien algunos especuladores suponen encontrar ciertos aires de inconformidad con el peñismo, está más concentrado en procurarse otro cargo futuro y en abrir paso al yerno, Pablo Escudero, senador con licencia, del Partido Verde Ecologista de México, y a la hija Sylvana.
En ese contexto, a pesar de una popularidad extremadamente baja y un ejercicio gubernamental deficitario, Peña Nieto mantiene en su mano el control de la postulación de candidato priista para 2018, conforme al póquer que dio a conocer el golfista Emilio Gamboa Patrón en una conferencia de prensa: Meade, Narro, Nuño y Osorio (citados, por esta cuidadosa columna, en aséptico orden alfabético). A estas alturas, el más aplaudido en los circuitos del poder es el secretario de hacienda, Meade, de tal manera que, si efectivamente es el candidato priista, Peña habrá engañado largamente con la verdad.
Las conjeturas anteriores vienen a cuento por la convocatoria priista a un Consejo Político Nacional, este viernes, para definir el “método de selección” de las candidaturas que estarán en juego el año venidero. Enrique Ochoa Reza y Claudia Ruiz Massieu, presidente y secretaria general del comité nacional priista, cumplirán con simulacros de participación colectiva, a sabiendas de que el dedo supremo sigue siendo el verdadero “método de selección” de las principales postulaciones.
The New York Times publicó este martes un reportaje de Barry Meier titulado “Dentro de un grupo secreto en donde las mujeres son marcadas” (https://goo.gl/Af6yPp ). Según el relato, las aspirantes a ingresar al grupo Nxivm (pronúnciese néxium), donde les ayudarían a “empoderarse”, debieron suministrar fotografías suyas al desnudo, que serían difundidas si ellas develaban el secreto de esa agrupación. Además, fueron marcadas en las caderas, mediante equipo para cauterizar, con un logotipo de esa organización, con sede en Albany y ramificaciones en Canadá y México.
Nxivm es considerada una secta de corte new age, que mezcla conceptos tecnológicos y modernismo con un programa de superación personal, denominado Executive Success Program. En México, el representante de ese negocio de élite y adoctrinamiento ha sido Emiliano Salinas Occelli (en abril de 2012, esta columna habló del asunto, bajo el título “El joven gurú Salinas” https://goo.gl/C2CcVi). ¡Hasta mañana!

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