Bien dicen que la burra no era arisca y que los golpes la volvieron. La demanda de los hoteleros para que el dinero recaudado por Impuesto al Hospedaje sea destinado íntegramente a la promoción es válida, justa y para eso fue creado dicho gravamen a finales de los años noventas.
Durante el mandato de Roberto Borge, los hoteleros encabezados por Roberto Chapur y Abelardo Vara Rivera no quitaron el dedo del renglón y en cada reunión de la OVC patentizaron su malestar porque simplemente “las cuentas no cuadraban”, es decir, que se les estaban yendo al baile.
Y al final de la gestión borgista, salió el peine. Fueron millones de pesos los que se desviaron de este impuesto y ahora todos se hacen como que la virgen les habla, por lo que los hoteleros exigen claridad en el gasto y que éste sea dispuesto en su totalidad para la promoción de los destinos de Quintana Roo en México y el mundo. No hay más.
Sin embargo, el titular de Sectur, Enrique de la Madrid, -quien por cierto no tiene vela en este entierro- considero que los recursos de este impuesto deben ser destinados a la promoción y la infraestructura turística.
¿Y entonces dónde deben parar los miles de millones de pesos que Quintana Roo le reporta a la federación por impuestos vía turismo?
Como que ya va siendo tiempo de que el gobierno de Enrique Peña Nieto le invierta un poco a la infraestructura turística de Quintana Roo.
Él, el presidente, prometió como candidato crear un puente sobre la laguna Nichupté, y no hay nada. También se comprometió a crear un tren peninsular, y fue un sueño guajiro, y ahora manda a su secretario de Turismo a decirle a los hoteleros “rásquense con sus uñas”.
