La prensa estadounidense le apodó “Mad Dog” (perro rabioso, o loco) luego de conocer algunas de sus definiciones de vida: “Sé amable, sé profesional, pero ten un plan para matar a todo aquel a quien conozcas”, aconsejó a marines a quienes comandaba en Irak en 2003. También advirtió, durante esa invasión “gringa” a Irak: “Vengo en paz. No traje artillería. Pero, con lágrimas en los ojos, les digo esto: si me fastidian, los mataré a todos”. En Afganistán, dijo: “Uno llega y se encuentra con tipos que han andado abofeteando a las mujeres durante cinco años porque no usan un velo (…) Tú sabes, tipos que han perdido toda la hombría. Y sí, es muy divertido dispararles. De hecho, es muy divertido combatir, es tremendo”.
El general en retiro, James Mattis (a quien también apodan “Warrior monk” (Monje guerrero), en alusión a que nunca se casó ni tuvo hijos, pero también a su vocación por la lectura, con una biblioteca personal de unos siete mil libros, y pasión por las historias de Lawrence de Arabia y Marco Aurelio) ha sido enviado por Donald Trump para que acompañe (¿supervise, tutele?) a Enrique Peña Nieto en las celebraciones de lo que quede de eso aún llamado Independencia Nacional (ah, eso sí: no habrá cena de gala, para mostrar prudencia ante la desgracia causada por el reciente sismo).
Será la primera ocasión en que el secretario de Defensa del país que se quedó con la mitad del territorio mexicano esté presente en las ceremonias que incluyen el tradicional Grito, desde Palacio Nacional, y el desfile militar del siguiente día. El anuncio de la muy polémica visita fue hecho por el Pentágono (¿por invitación expresa de Peña Nieto o como imposición de fecha, al estilo de la visita del entonces candidato Trump a Los Pinos, en 2016?). Tal anuncio se produjo antes de que Trump llamara a Peña Nieto, según informó Los Pinos, para condolerse por las muertes y daños físicos causados por el sismo del pasado jueves.
El mensaje que envía Washington es aplastante, pues somete el mínimo ritual mexicano de independencia, casi teatral, a la supervisión e injerencia del pesado general que representa la voluntad impositiva de la administración Trump, que tantos agravios, amenazas y disparates ha cometido en contra de México. Si en política, frecuentemente la forma es fondo, como reelaboró el difunto Jesús Reyes Heroles, en este caso se está en presencia de una de la peores formas, indicativa a su vez de los peores fondos.
Trump exhibe de manera impúdica el control que tiene sobre la administración de Peña y maltrata y ofende el sentido específico de la celebración central septembrina. No envía un mensaje de paz o diálogo, sino de sumisión cruel. El país que sin sentido propio ha expulsado al embajador de Corea del Norte ahora es obligado a recibir como interventor a un denso jefe militar “gringo” en plena fiesta de presuntas reivindicaciones y orgullo patrios.
Mattis, apodado “Perro rabioso” o “Monje guerrero”, cumplió 67 años el pasado viernes y fue comandante del Comando Central de Estados Unidos, de la Primera División de Marines durante la invasión de Irak y de la Fuerza de Tareas 58 en otra invasión, la de Afganistán. Con 40 años de servicio en el cuerpo de Marines, llegó al Pentágono gracias a una exención, aprobada por el Senado, pues las reglas del caso establecen que no debe ocupar la Secretaría de Defensa un militar con menos de siete años de haber colgado el uniforme, lo que Mattis había hecho apenas cuatro años atrás.
Esta visita del jefe de las fuerzas armadas estadounidenses forma parte de una extraña caravana de altos funcionarios militares que han estado en México para cumplir misiones de las que sólo se han dado migajas informativas intrascendentes. Ya antes estuvo el general John Kelly, quien pasó de la Secretaría de Seguridad Interior (encargado especialmente de organizar las batidas contra la migración irregular) a la estratégica jefatura de la oficina de Donald Trump. También han estado en México, en meses recientes, los jefes de los comandos sur y norte del Ejército de Estados Unidos, el director de la CIA y el procurador de justicia de ese país. ¡Viva México! (repítase tres veces, con vehemencia patriótica, frente a fuegos artificiales, adornos de tres colores y un plato de pozole o enchiladas: en español, la primera ocasión; en inglés o, de no ser posible, con pronunciación agringada, en las dos siguientes).
Ya en anterior entrega de esta columna automotriz se había advertido de la triquiñuela previsible: empujar al #FiscalFerrari hacia su estacionamiento de nueve años, como patrulla protectora del peñismo y del calderonismo, no mediante transmisión automática, pero sí manual.
La visualización de la maniobra posible no provenía de un acto de adivinación sino de una simple observación de la Mecánica Nacional. Peña Nieto está empecinado en dejar a su cuate Raúl Cervantes Andrade como Fiscal General de la Nación por un sexenio y medio y eso puede conseguirse mediante el “pase automático” o, como ahora pretende el PRI, incluyendo al citado Cervantes en la lista de aspirantes y votarlo por mayoría negociada. En ese esfuerzo está Los Pinos, con una reticencia, que podría ser solamente simulada, de Acción Nacional. Por lo pronto, las votaciones del caso se han pospuesto. Los arreglos subterráneos avanzan.
Astillas: A pesar de haberse registrado y recibido confirmación para que asistiera a ese acto, Miguel Rivas Soto, campañista de océanos de GreenPeace México, fue echado de un salón donde el Senado organizó un foro sobre conservación de ecosistemas marinos. La sesión era presidida por la senadora Ninfa Salinas Sada (del Verde Ecologista, hija del dueño de Grupo Azteca) y fue uno de sus asesores, César Rivas, quien comunicó al miembro de GreenPeace que no era bienvenido, “por seguridad del evento”, según lo difundido en @migrivass y @greenpeacemx… ¡Hasta mañana!