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noviembre 24, 2024

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Otro mundo

Hoy es el “día de las elecciones” en el coloso del norte. Cambiará el mundo, desde luego, cual sea que fuese el resultado final. Odios, xenofobias y racismo, como si Hitler gobernara Washington

Hoy es el “día de las elecciones” en el coloso del norte. Cambiará el mundo, desde luego, cual sea que fuese el resultado final. Odios, xenofobias y racismo, como si Hitler gobernara Washington –al fin la victoria es del nazismo a setenta y un años del fin de la Segunda Guerra Mundial–, serán exaltados para dominar al mundo ingente y dramáticamente oprimido. No debemos olvidar los cimientos de ello.

Cuando el señor peña nieto visitó París, en noviembre pasado, para sumarse a los ciento cincuenta jefes de Estado interesados en dialogar, en el grupo COP21 –la cabeza me da vuelta ante el enjambre de siglas–, sobre el medio ambiente y el cambio climático. Desde luego a buena parte de los invitados les interesaban más los encuentros bilaterales ajenos al objetivo de la reunión –por ejemplo, entre los presidentes de Estados Unidos y Rusia–, que hablar sobre las consecuencias de aumentar, sin el menor recato, las industrias contaminantes en perjuicio no sólo de los seres humanos sino de la vida en general. Los vertederos de inmundicias son tantos como los corruptos en México.

Extraña que se haya llegado a este punto cuando, tiempo atrás, el protocolo de Kyoto ya marcaba reglas definidas para tratar de evadir los efectos de la infección global. Para desgracia del mundo, las grandes potencias, sobre todo los Estados Unidos, sin mayores explicaciones, se negaron a firmarlo. Obvio es señalar el proteccionismo de cada gobierno hacia los generadores de industrias aun cuando el mundo pague por los efectos y, en buena medida, el vecino sureño de la mayor potencia económica y militar de todos los tiempos. Sin armas ni chimeneas la rijosa Unión Americana se quedaría si pertrechos para guerrear alimentando la falsa idea de que sólo así es dable asegurar las rutas de las democracias en la perspectiva universal, con la Casa Blanca como gran auditoria y policía global. Tal falacia sólo puede construirse cuando se desprecian las soberanías ajenas.

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