La destrucción y el odio que manifiestan las personas, son aprendidos a lo largo de la vida, porque dentro de lo más profundo del corazón de los seres humanos existe amor y paz, que en la mayoría de las ocasiones se ignora su existencia por la falta de práctica. Como dijo Aristóteles, “El ser humano es bueno por naturaleza, su maldad se debe a la ignorancia”.
A lo largo de la historia de la humanidad hay un apasionante proceso evolutivo que cada día facilita más la forma de vivir y hace más disfrutable el paso por este hermoso planeta llamado tierra, que es nuestra casa, la cual en el intento de disfrutar se ha caído en los excesos y en una constante y progresiva destrucción del planeta azul.
La tierra mide 12.742 km. De diámetro, con una población mundial, según el último informe demográfico de las Naciones Unidas (2015): de 7350 millones de personas, y hay la estimación de crecimiento de 80 millones de seres humanos cada año, lo que significa que para 2030 podríamos llegar a ser 8400 millones de habitantes y nuestra casa es tan grande que por espacio no habría problema.
La situación que se vive respecto al deterioro de los ecosistemas es más que preocupante para muchas personas, instituciones y líderes de naciones que han pretendido tomar medidas de preservación de espacios y especies, sin darse cuenta que la solución va más allá de los engañosos programas de separación de residuos y pactos o acuerdos para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, la solución está en cuidar la casa, la única casa que tenemos y subordinar el interés particular (económico) al interés colectivo (Ecológico y sustentable).
La solución es de lo más sencillo que hay, no más autorizaciones de destrucción a cambio de construcción, no más impacto ambiental a cambio de beneficio personal, no más corrupción a cambio de satisfacer la ambición, no más murallas a cambio de nuestras hermosas playas, no más lana a cambio de flora y fauna, No más satisfacción a caprichos y rabietas a cambio de destrucción de la casa, nuestro planeta.
Mi abuela solía decir: “Dios siempre perdona, los seres humanos a veces, pero la naturaleza nunca” por eso deberíamos elevar el nivel de conciencia y tomar decisiones pensando en las nuevas generaciones. Cuidemos nuestra casa.