El llamado de la empresa de transportación Uber es legítimo. Nada justifica la violencia contra sus conductores ni tampoco el temor que han sembrado los taxistas y los inspectores de la Sintra contra los usuarios.
La gente ha decidido utilizar este medio, antes que subirse a la carcachas malolientes de los taxis que operan en Cancún como “peseras”, subiendo gente en cada esquina, sin importar la incomodidad y el tiempo de sus ocupantes.
QUINTANA ROO HOY hizo una pequeña encuesta entre la población para que ésta decida si debe entrar o no Uber y si prefiere este novedoso medio de transporte al del ofrecido por los socios del Sindicato “Andrés Quintana Roo”.
Prácticamente todos coincidieron que debe entrar la empresa trasnacional, bajo la premisa de “siempre habrá un mejor servicio, cuando se abre la competencia”.
Sin embargo, Sintra ha optado por no pelearse con los sindicatos de taxistas (arropados ya por sus similares a nivel nacional) y sale a la caza de los “ubers” de manera agresiva, retadora y hasta golpeadora.
Y actúa así, en tanto el Gobierno del Estado se atreve a modificar la Ley creada por la anterior administración que confeccionó un traje sastre a la medida de los intereses de los taxistas, avizorando desde hace meses la posible entrada de Uber a Quintana Roo.
Aquí no sólo están en juego las calles, sino que se trata de un tema meramente político, pues sindicatos como el de Cancún han representado una caja chica para el Gobierno del Estado, y al mismo tiempo mantiene el voto corporativo del gremio más grande del estado.
Cierto, los intereses son muchos y muy altos. Sin embargo, nada justifica las agresiones físicas de las que han sido víctimas los conductores de Uber, ni el miedo que han sembrado entre los usuarios.