El análisis político no puede arrojar resultados por un asunto de gustos. Menos cuando se debate el futuro de muchos; más de los que habrán de elegir. En todo caso, son quienes actúan los que deben tratar de cambiar la tendencia si no les parece lo que se perfila.
Donald Trump va a ganar las elecciones en los Estados Unidos. Eso es lo que dice el afamado y crítico cineasta Michael Moore, sorprendiendo a la audiencia. De cualquier cosa se le podrá acusar a Moore menos de ser un tipo de derecha o de simpatías republicanas. “Siento ser un aguafiestas, nunca en mi vida he querido estar tan equivocado como en este preciso momento.” Su llamado, en entrevista a una televisora norteamericana, es muy franco: hay que tomarse en serio lo que se viene.
Entre las razones que esgrime manifiesta que Trump no es ningún estúpido como parece, sino que sólo se hace: está manipulando de manera brillante a la población de clase baja, mientras que al electorado dominante, el sajón que siente que se le ha escapado el poder de las manos le está ofreciendo recuperar la hegemonía como personas de raza blanca. Millones de personas no lo apoyan porque estén de acuerdo con él, ni siquiera porque les guste su ego, sino porque se ha presentado antisistémico, contrario al sistema político actual. Representa el cambio y la sociedad lo demanda. En resumen, siguiendo a Moore, los norteamericanos están viviendo en una burbuja de expectación “convencidos de que no van a elegir a un idiota como presidente”.
Ya no parece cosa de hacer apuestas sino de tomar precauciones. El gobierno mexicano debiera estar en esas pero Peña Nieto se pone suavecito declarándose “amigo de quien resulte electo” mientras es Obama quien fustiga afirmando que la globalización es un hecho y no podrá construirse un muro a su alrededor. Los demócratas norteamericanos estarán esperando más que buenos deseos neutrales de los mexicanos.