Con el tercer ascenso al altiplano, el segundo realizado a pie, Andrés Manuel López Obrador encuentra aliados inesperados en el camino: las bases indígenas zapatistas, los petroleros afectados por los despidos y miles de mexicanos más inconformes con la crisis desatada por el “error de diciembre” de 1994.
En esta caravana, Andrés Manuel encontraría tiempo para escribir lo que sería su libro “Entre la historia y la esperanza”. Allí apuntó de esta nueva marcha: “El 23 de abril salimos en Éxodo de Villahermosa hacia la Ciudad de México. Era la segunda vez que caminábamos. Comenzamos 250 exodistas y poco a poco el contingente fue creciendo. A México llevamos dos grandes demandas: al solución al conflicto electoral de Tabasco y el cambio de la política de gobierno de Zedillo”.
La ampliación de las demandas pasaron del ámbito local al nacional, pues en el camino Andrés Manuel fue recogiendo el sentir de otros luchadores sociales, que se oponían a lo mismo que ellos: “El primero de mayo llegamos a Coatzacoalcos y en un mitin se constituyó el Frente contra la privatización de Pemex. Más adelante, el 9 de mayo en San Andrés Tuxtla, Veracruz, lanzamos la iniciativa para constituir una Alianza Nacional Democrática. Planteamos que todos teníamos una razón específica de irritación y de lucha, pero solos era difícil triunfar; que la marejada de inconformidad en todo el país se mueve sin rumbo, sin programa global, y peor aún, sin unidad en la lucha”, reflexionaba el tabasqueño.
A su paso por el puerto de Veracruz, Andrés Manuel se entera de la declaración obsequiosa hecha por el Presidente Ernesto Zedilllo, el 14 de mayo, al impugnado gobernador priista, en una gira por Villahermosa para inaugurar la tradicional feria anual: “Quiero decirles, quiero asegurarles, que Roberto Madrazo y yo trabajaremos juntos hasta el año 2000”.
El balde de agua fría que recibe el líder perredista se mitigará con dos cartas de repercusión nacional que le son dirigidas ,“desde las montañas del sureste mexicano”, por el Subcomandante Insurgente Marcos. Con fecha de 17 de mayo, una es dirigida a él, y otra a los exodistas.
“Estamos muy interesados en conocer más sobre la llamada Alianza Nacional Democrática. Su esfuerzo por convocar a los que tengan hambre y sed de justicia, y que se sientan humillados por el gobierno’, para integrar ‘sin egoísmos’ la llamada Alianza Nacional Democrática, merece éxito”, escribe el guerrillero zapatista al dirigente político.
A los exodistas, el Subcomandante Marcos los llama “hermanos”, y reconoce que “la misma voz, la que en nuestro pecho pide para todos todo, y la que en sus bocas exige respeto a México y a los mexicanos. Escuchamos y entendimos que el grito es el mismos, el nuestro y el de ustedes: ¡Patria y dignidad”.
En las misivas, el comandante zapatista dimensiona la trascendencia del “segundo éxodo”: “Tienen razón ustedes, cuando dicen que el problema no es Tabasco. Tenemos razón nosotros, cuando decimos que el problema no es Chiapas. Tenemos razón, todos los que somos hermanos, cuando decimos que el problema es Todo México”. Años después, los elogios de la dirigencia zapatistas se convertirán en hiel.
Por fin, el sábado 3 de junio, los marchistas arriban a la capital. Como al día siguientes
es domingo, los tabasqueños –exhaustos por más de 40 días de caminata–, deciden ir a la Basílica de Guadalupe a agradecer a la Morenita su andar. Monseñor Guillermo Schulemburg, abad emérito del santuario guadalupano, se disgusta por lo que considera un acto con tientes políticos.
No será el único disgusto que provoquen los manifestantes. El día 5 de junio, los tres mil tabasqueños toman la Bolsa Mexicana de Valores. A su paso por el Paseo de la Reforma, automovilistas y peatones aplauden el gesto valiente de los inconformes, su proeza de lucha y resistencia. Al día siguiente, planean otra toma, la Torre de Pemex. Un grupo de granaderos impide el cerco, pero una comisión consigue el diálogo. “Al entrar en el edificio, recibimos una grata sorpresa: todos los empleados habían salido para aplaudirnos. Y ellos no sabían que precisamente uno de los puntos a tratar, era precisamente el congelamiento de los despidos en Pemex”, recuerda Andrés Manuel.
Ahí,se pidió al director operativo de la entonces paraestatal un programa de desarrollo social para las zonas petroleras de Chiapas, Tabasco y Campeche, que absorbiera la mitad de los incrementos en el IVA, gasolina, gas y diésel, y se cumpliera con el pago de afectaciones a campesinos.
La defensa del petróleo llevará a Andrés Manuel a tener más aliados, pero también enemigos, como quedará visto en la zona indígena chontal de Guatacalca.