La responsabilidad política de lo que está sucediendo en las cámaras del Poder Legislativo Federal corresponde a una dupla de intereses compartidos: el peñismo, empecinado en colocar como Fiscal General de la Nación a un personaje tóxico, Raúl Cervantes Andrade, absolutamente contaminado por su relación de dependencia respecto a quien hoy ocupa Los Pinos, y el calderonismo, desesperado ante las evidencias de que su proyecto conyugal es desplazado en la misma proporción en que la actual dirigencia panista avanza en el tema del frente amplio opositor, o democrático, en cuyo abanico de posibilidades no cabe una figura como Margarita Zavala Gómez del Campo.
No hay ni puede haber otra voz de mando, que la alojada en Los Pinos, para ordenar o autorizar que el sinuoso Emilio Gamboa Patrón diera un virtual golpe político a la dirigencia de Ricardo Anaya Cortés, a quien muchos espacios mediáticos, usualmente puestos al servicio de las indicaciones gubernamentales, han ido colocando de manera concertada como el presunto culpable de los graves enredos en San Lázaro y en el Senado, en un malabarismo que trata de hacer a un lado el aspecto sustancial del conflicto (el riesgo de que haya un fiscal faccioso por nueve años) y centra sus lupas y vehemencias en el aspecto del enriquecimiento inmobiliario de la familia del citado Anaya (quien tampoco merece una exoneración en automático respecto a las constancias acusaciones de corrupción y aprovechamiento de cargos políticos que se mencionan) y de las ambiciones presidenciales del queretano al que con sentido de historieta algunos llaman “el chico maravilla”.
El golpismo ejecutado por Gamboa Patrón ha llevado a una situación de alta tensión política, una suerte de crisis inducida en el partido de derecha. Pero, además de lo ominoso que resulta el ver a las fuerzas oficiales incursionar en las praderas de otras organizaciones y apoyar postulaciones (la de Ernesto Cordero) contra los lineamientos internos de esos partidos y dinamitar políticamente a sus directivos en funciones, el episodio de las cámaras confirma la identificación de propósitos y movimientos entre el peñismo y el calderonismo, entendimiento anómalo y pernicioso que ya se había advertido en 2012, cuando el entonces ocupante de Los Pinos (míster 0.56 por ciento) redujo intencionalmente la viabilidad de la siempre abatible Josefina Vázquez Mota como aspirante a la sucesión, para dejar en el centro de la arena al exgobernador del Estado de México que, ahora, pareciera devolver el favor al maniobrar para tratar de “salvar” a Margarita Zavala frente a su rival en curso de vencerla, el citado Anaya, quien tiene un amplio control de la estructura panista.
La señora Zavala, conforme al sabido libreto de los policías malos y los buenos, ha pretendido colocarse en el segundo nicho, censurando incluso las maniobras que llevaron a Cordero a presidir la mesa directiva del Senado, pero, además, dejando ver las intenciones reales del montaje realizado: ella insiste en que ya se designe candidato presidencial y demanda la renuncia del presidente de su partido.
Los senadores panistas acusados de traición, con Ernesto Cordero a la cabeza, también se remueven en busca de eludir el fondo del asunto, el del llamado #FiscalCarnal. Señalan que no necesariamente están a favor del pase automático de Cervantes Andrade, de procurador a fiscal, aunque no precisan si votarían por éste en caso de que fuera postulado con otros aspirantes. El centro del conflicto, hay que tenerlo presente, es la caracterización política y facciosa de Cervantes Andrade, no la fórmula específica para imponerlo.
Sin embargo, la traición del calderonismo a las instancias formales de gobierno de su partido, y la obsesión por imponer a su esposa como candidata, en los tiempos por ellos decididos, se topó con la decisión tomada por la Comisión Permanente del Partido Acción Nacional, según lo tuiteado a las 6.46 de la tarde de ayer por el secretario de comunicación del comité nacional panista, Fernando Rodríguez Doval, respecto al registro ante el Instituto Nacional Electoral del proyecto de frente con lo que queda del Partido de la Revolución Democrática y el ambicioso Movimiento Ciudadano.
La determinación oficial del panismo, respecto al impulso del mencionado frente, coloca a los Calderón-Zavala en una situación de inviabilidad, al menos en los meses venideros, pues el curso institucional se consumirá en la exploración y construcción de alternativas que faciliten la unidad de estos aspirantes a una alianza electoral: se habla del siempre presente Juan Ramón de la Fuente; de José Woldenberg, quien por sistema declina ese tipo de invitaciones y, desde luego, del “independiente” Miguel Ángel Mancera y del propio Ricardo Anaya, dueño de la mayor parte de las canicas puestas a disposición de este juego.
Zavala Gómez del Campo tiene el recurso, a estas alturas poco verosímil, de asumirse como candidata “independiente”, ante la tardanza del PAN en definir sus postulaciones y ante el golpe a sus aspiraciones partidistas que significa el avance en el tema del frente amplio. En caso de ser expulsados del PAN, los senadores calderonistas también quedarían en condición de declararse “independientes”. Pero, aun así, cada vez será menos creíble y viable la postulación, a título “independiente” o “ciudadano”, de la mujer que en junio de 2015 anunció, de la mano política de Felipe Calderón, y singularizada por un rebozo morado, que buscaría la candidatura panista a la presidencia de la República.
El aspirante a guardadespaldas transexenal, el citado Cervantes Andrade, seguía concitando un amplio rechazo ciudadano, potenciado por la revelación de que no pagó tenencia de un automóvil de lujo millonario porque fue registrado en un domicilio de interés social, de Cuernavaca, donde ese impuesto no se cubre. Luego, se hizo saber que tal maniobra había sido “un error administrativo”, atribuible a la agencia que vendió el costoso vehículo. ¡Hasta mañana!