Son muchas las voces que hoy se quejan al no ver un trabajo del gobierno del estado que esté apegado a las exigencias de la gente y ni siquiera a las promesas de campaña del hoy gobernador, Carlos Joaquín González.
Pero, sin en ánimo de justificar absolutamente nada, debemos recordar que a dos meses de haber asumido el poder, Roberto Borge sólo había hecho dos cosas que llamaron la atención de la opinión pública: Irse a Inglaterra con su antecesor, Félix González Canto para disfrutar de un partido de futbol y la otra, ofrecer una recompensa millonaria a quien encontrara a su perrito extraviado.
Cierto es que hasta ahora ningún gobernador en la historia de Quintana Roo había asumido el cargo con tantas expectativas, con tanta esperanza social como lo hizo Carlos Joaquín González, de quien muchos esperaban, al menos, que bajando el brazo luego de rendir protesta, ordenara la detención de su antecesor.
Sin embargo también es cierto que no tiene una varita mágica y que todo lleva un tiempo y más ahora que no tiene margen de maniobra por la escasez de recursos, los cuales deberán empezar a fluir a partir del próximo año.
Los compromisos de campaña ahí están y son asuntos pendientes por resolver, pues a estas alturas, la sociedad –en especial al sur de la entidad- “ya no quiere queso, sino salir de la ratonera”, ya no pide con tanta vehemencia la detención de Borge, sino que sea apoyada para recuperar su empleo.
Ve con desaliento que el gobernador prometió llevar ante la justicia a una persona tan ruin como Roberto Borge, pero al entrar contrata a gente igual o peor, como es Miguel Ramón Martín Azueta, hombre con resentimientos desbordados, con rencores incontrolables.