Quintana Roo tiene una cultura de previsión frente a huracanes, tormentas tropicales y todo tipo de fenómenos naturales. Conocemos, todos, las consecuencias que pueden traer y, también todos, estamos educados en todo aquello que debe hacerse desde el primer minuto.
Por eso no ha habido víctimas a lamentar. En el estado no hay muertos porque se quedaron en sus casas, todos tenemos el necesario temor para guarecernos en sitios seguros.
Los huracanes han sido tremendos en nuestra historia, destructores a cuál más. El agua no respeta la geografía ni la distancia del mar, y lo sabemos. Los huracanes, como las mujeres agraviadas, no tienen palabra. En cuestión de minutos cambian de intensidad y de dirección.
Los gobernantes en turno han encabezado, con éxito, las movilizaciones sociales frente a estos fenómenos de la naturaleza. Ni siquiera la frivolidad ha impedido que actúen como corresponde. Algunos dirán que hay un “machote” de acciones y que todo funciona en automático.
No es así. La falla en el líder, en quien encabeza todas las acciones, incluidas las de planes de las fuerzas armadas, puede ser tremenda. Por eso el reto de la tormenta tropical “Franklin” fue grande.
Y Carlos Joaquín lo entendió en toda su dimensión.
El gobernador no solamente puso en marcha todas las acciones contempladas en los protocolos de seguridad, sino que permaneció al frente todo el tiempo, en la zona que iba a ser afectada, y ordenó que se cerrasen las carreteras y que no hubiese venta de gasolina.
¿Por qué? La gente no tenía razones para transportarse por zonas que iban a ser afectadas. Y la mejor manera de evitar riesgos, de confrontar “necedades” de quienes no entienden la gravedad de los hechos, es prohibir la circulación.
¿Exageró? Antes, al contrario. Nunca hay exceso de prevención frente a un fenómeno devastador, como los que hemos vivido en Quintana Roo.
¿Qué no pasó nada, que “Franklin” trajo vientos y agua, que se suavizó su velocidad? Qué bueno que así fue. No perdimos nada.
Y el gobernador ganó de todas, todas. Porque ejerció control. Porque no fue al informe del gobernador de Campeche al que estaba invitado, porque no dejó nada en manos de sus colaboradores, porque exageró y eso, precisamente, es lo que hay que hacer.
Que pregunten en Nueva Orleans, en Nueva York, en Guerrero, qué sucede, cuántos muertos deben contabilizarse cuando la prevención no se toma en serio…