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5 julio, 2024

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Lo de hoy, esperemos que aún a tiempo

Así les decimos por costumbre, como si hubiera guerras limpias; como si destruir al contrario fuera antiséptico; como si un ataque “quirúrgico” no buscara engendrar gangrena.

Armando Tiburcio

Así les decimos por costumbre, como si hubiera guerras limpias; como si destruir al contrario fuera antiséptico; como si un ataque “quirúrgico” no buscara engendrar gangrena. El hecho es que, utilizando otro símil, en estas elecciones hemos entrado en la zona de turbulencia. Ha transcurrido el tiempo suficiente para valorar lo que trae cada cual y para medir la fuerza propia. Lo que queda de plazo es insuficiente para convencer: hay que vencer. Identificados los blancos del contrincante empieza la acción destructiva de sacar el guardadito malicioso para atacar y sacudir el bote de basura.

Paralelamente, el voto “movilizable” (el que dicen que en una democracia como la nuestra no existe porque cada uno es libre de votar por quien quiera) se está peleando con los dientes, comprometiéndolo o neutralizándolo, según sea el caso. Con cálculos de tendencias, preferencias sectoriales y listas en mano se detecta la ya conocida actividad oficialista “en tierra” para neutralizar votos, comprando la retención temporal de credenciales de elector, sobornando a líderes territoriales para que cambien de bando y endulzando los oídos de dirigentes partidistas de oposición con recompensas futuras a cambio de que atrofien su propia causa.

Es la cara oculta de la talacha electoral de la que no suele hablarse públicamente pero que está ahí, elección tras otra, como un entendido de valores inconfesables pero compartidos y que son en realidad la vertiente electoral del pacto de impunidad. Estará en manos de los verdaderos ciudadanos libres, esos que se creen tan libres que mejor no se presentan a votar, la decisión final de seguir en la inercia o de romperla.

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