Los actos de seguridad por parte de las autoridades en nuestra pequeña ciudad, son muy necesarios, se exigen día a día; sin embargo, la ciudadanía aún no ha comprendido que existe un porcentaje de ésta seguridad que les corresponde de forma individual y como sociedad.
La responsabilidad social en materia de seguridad, debería de ser asumida con mucha vehemencia; así como existen programas donde se denuncian situaciones laborales, familiares y de malestar social, entre otras cosas, así se debería de evidenciar de forma constante, anomalías, conductas raras, acciones delictivas, de todo vecino de nuestra ciudad.
Puede resultar irrisorio pensar que la ciudadanía debería de estar involucrada en cuestiones de seguridad, pero es una forma de presionar y hacer que la cuña apriete para solucionar problemas que por mala ventura nos afectan a todos, en nuestros trabajos, áreas de esparcimiento, colonias y familias.
Si por un momento pudiese la sociedad comprender que la fuerza de la denuncia es tan poderosa como mantener la paz y la seguridad en nuestras vidas en todo sentido, seguramente, la practicarían.
Obvio que la respuesta de muchos lectores ante este argumento será: “La policía está coludida, ¿para qué denunciar?” Por dos sencillas razones: No todos los miembros de la policía están coludidos, tal como no todos los ciudadanos son nefastos y, el acto de denunciar es un arma de presión, tal como el cuchillito de palo.
Seguramente para nuestra sociedad esto resultará difícil, pues la idiosincrasia propia de nuestra cultura permea absolutamente todo, no importando la ciudad donde se viva o muchas de las costumbres propias del lugar, y es que muchas veces antes que ejercer la denuncia se prefiere dejar todo en manos de Dios lo cual lleva a empantanar una solución que es propia del mundo de los mortales.