La prueba PISA entonces depende de muchos factores que se deben de considerar: Hasta hace unas tres o cuatro décadas, la escuela era un recinto de respeto y temor, de estudio y trabajo real por parte de los estudiantes que querían progresar en materia educativa. Los exámenes eran difíciles y muchas veces tenían un porcentaje muy elevado de la calificación global, se podía esperar que hubiese alumnos reprobados que se veían en la necesidad de recursar nuevamente el año a nivel primaria o arrastrar alguna materia, en el nivel secundaria.
Lo que los padres tampoco saben es que en muchas escuelas privadas se tiene la práctica de sugerirles a los padres de chicos que van pésimamente mal, que lleven a su hijo a otra escuela, que le cambien para “salvar el año”, ¡Imagínese usted! Tremenda posibilidad de continuar no importando su nivel académico alcanzado y todo porque la SEP no quiere reprobados.
Y finalmente, cuando un alumno ha reprobado el bimestre teniendo un rango de entre 0 a 5.9 de calificación, la SEP exige que se asiente un 5 no importando si el alumno no lo alcanzó ya que de esa manera el chico podrá obtener el puntaje necesario para pasar de año, es decir, es una pequeña ayudita institucional que permitirá que los promedios se incrementen y con ello poder pavonearse de una supuesta superación académica a nivel nacional. Es por ello que los chicos ya no se preocupan por pasar bien los exámenes, pues sólo necesitan promediar treinta puntos al final del año para pasar con 6, aun cuando no haya hecho casi nada en cada bimestre.
Y entonces ustedes pueden afirmar: ¡Para qué estudiar para un examen si de todos modos pasaran!