Hace ya unas semanas que se celebraron las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América y el mundo parece estar todavía conmocionado por los resultados. El triunfo de Donald Trump no solo ha significado la derrota de los demócratas, sino de muchos valores que dábamos por sentando en uno de los países más poderosos del mundo: la igualdad y la no discriminación.
El discurso de odio, estigmatizando a las minorías, es algo que preocupa a todo el mundo. Incluso le ha valido al ahora Presidente Electo Trump analogías con Adolfo Hitler.
Resulta paradójico que teniendo, aun en funciones, el primer presidente de ascendencia afroamericana con una gran popularidad al término de su mandato, con un discurso que promueve la inclusión, la política haya dado un giro de 180 grados.
No es de sorprenderse que una vez pasadas las campañas electorales, que estuvieron plagadas de violencia, los efectos en la sociedad se hicieran sentir al día siguiente de los comicios, de acuerdo a lo que los medios han reportado; personas de todas las edades y ascendencias extranjeras han sido víctimas de burlas, señalamientos y agresiones, bajo el argumento de que Trump ahora es el Presidente. La violencia ha dividido al país. No obstante hay que decir también que personas pro-Trump han sido agredidas.
Atrás ha quedado la postura de hacer o decir lo “políticamente correcto”. Parece que la historia no fue suficiente; pronto quedó en el olvido la lucha de los derechos civiles de figuras emblemáticas como Martin Luther King.
El tema de si Trump gobernará de manera moderada importa, sin embargo, el daño ya está hecho. Gente que se siente con el “derecho” de denigrar a los “otros” por su ascendencia, es algo que ya hemos visto en el pasado y sabemos cómo puede terminar.
El odio ganó su primera batalla, instalando al frente de una nación poderosa a una persona con un discurso que incita a la violencia y a la discriminación, poniendo en peligro la integridad y la dignidad humana, especialmente de quienes han sido el blanco de estos arteros discursos.
Pero el peligro es que estas figuras se erijan en el poder en otras latitudes, como es un nuestro país. Día con día aparecen nuevas “ladies” y “lords”, que si bien son lapidados en las redes sociales, es una manifestación de lo común que se ha vuelto la discriminación en nuestra sociedad.
Ahora más que nunca reafirmo la necesidad de defender los derechos humanos; de lo contrario, esto se puede convertir en otro de los senderos peligrosos, que hemos señalado con anterioridad en este espacio.
