El ejercicio visual es, casi, mágico. Dirigido a los niños, “Coco” es una película que consigue comunicar la importancia de nuestra cultura, muy arraigada, hacía la vida de los muertos.
Hace, además, que veamos la celebración de los muertos, la puesta de altares de muertos como algo con capacidad cierta de traerlos de regreso, por una noche al mundo de los vivos.
Que exista vida después de la muerte ha sido un pilar de las religiones a través de la historia. Lo extraordinario es la manera que los mexicanos, en singular, hemos conseguido darle forma a esta creencia con una fiesta no de resurrección sino de vida permanente.
Y esto, tan esencial como complejo, es lo que consigue comunicar una película animada hecha por extranjeros. Con el agregado de la música como parte de la celebración.
Enhorabuena que esta sea una manera, en un mundo digitalizado, de expresar a nuestros hijos, a nuestros nietos, la importancia de una fiesta que todos los años repetimos, justo para no olvidar. Y en el cine queda establecido, de manera rotunda, que el olvido es la verdadera muerte, el morir morir.
En estos días donde la comercialización de celebraciones ajenas, como es el “Halloween”, el disfrazarse, el salir a la calle a pedir “calaverita” o dulces, amenaza con verdaderamente sepultar nuestras costumbres, hay que agradecer que un grupo de talentosos cineastas extranjeros hayan hecho “Coco”. Esta película es la forma más didáctica de mostrar a las nuevas generaciones la importancia de nuestra cultura alrededor de la muerte.
Que hayan incluido el tema del abandono paterno, del daño que puede causar el rencor dentro de la familia, es un agregado a agradecer, como también la puntualización de la importancia de los ancianos en nuestros hogares.
Vivir con una persona mayor, abandonarlas ha sido elevado a un delito por nuestra legislación, en una misma casa resulta tremendamente complicado en nuestros tiempos. Requiere de una permanente vocación amorosa hacía quienes comenzaron nuestra familia, y literalmente nos dieron vida. Si a los mayores los desespera, a los niños todavía más pues no entienden la perdida de las facultades de los abuelos o bisabuelos.
La manera amorosa en que esta película muestra que esa anciana, que es quien da nombre a la historia, tuvo antes otra vida, otro rostro, otras capacidades, otros amores, es conmovedora y hará más por la convivencia con los ancianos, sobre todo en las urbes de nuestro país, que cualquier enseñanza.
Por eso debemos apropiarnos de esta película. Comunicar que debe ser vista. Y el gobierno tendría que fomentar que las personas, no solo los niños, de escasos recursos tengan acceso a ello.
No hay mejor manera de conmemorar a nuestros muertos, a esos seres que siguen estando vivos en nuestra memoria…