“Olvida el mal menor, pelea por un bien mayor”. Es el tono del fuerte debate que se está dando entre pacifistas, defensores de derechos humanos, luchadores por la igualdad, ecologistas, sindicalistas y demás activistas sociales para definir su voto en las próximas elecciones presidenciales de los Estados Unidos. No gustan de ninguno de los dos candidatos mayoritarios, Demócrata o Republicano.
Hillary Clinton es una guerrerista genocida mosca muerta al servicio de las grandes corporaciones, aducen sus críticos. Ha respaldado las políticas neoliberales que dañan a la democracia e incrementan las desigualdades entre los norteamericanos. Hacia el exterior tiene un largo historial con sus votos como Senadora y, especialmente, como Secretaria de Estado que incluyen responsabilidad de cientos de miles de muertes civiles inocentes, principalmente en países islámicos; así como en la destrucción de comunidades de millones de sobrevivientes. Apoya las atrocidades de Israel contra los palestinos y dio su respaldo crucial para el golpe brutal en Honduras. La lista que se le endosa es larga. El gran engaño, agregan, es que lo hace sin dejar rastro de lenguaje racista o una pizca de odio a las víctimas.
Para otros Donald Trump da más miedo porque no esconde sus detestables amenazas racistas contra los inmigrantes, sus voces neofascistas y por ser extraordinariamente inestable e impredecible. Parece un mal peor y de ahí la conclusión de evitarlo apoyando al mal menor.
En respuesta, otras opciones -aún minoritarias- están proponiendo a ese electorado construir, paso a paso, un “bien mayor” con una economía centrada en el ser humano que ponga a las personas, el planeta y la paz por delante. Veremos.