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septiembre 28, 2024

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La infancia y adolescencia invisible en México

“Salí de mi país porque estaba amenazada…me fue mal en el viaje porque en el estado de Chiapas fui abusada sexualmente y al llegar a Monterrey me agarró la migra…

Salí de mi país porque estaba amenazada…me fue mal en el viaje porque en el estado de Chiapas fui abusada sexualmente y al llegar a Monterrey me agarró la migra…me enviaron a PRODEM donde me atendieron y nuevamente me regresaron a migración para deportarme…no tengo miedo de regresar a mi país porque la persona que me amenazó está muerta”. (Relato de una adolescente salvadoreña de 13 años).

Esta es tan solo una de las miles de desgarradoras historias de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados que podemos encontrar en nuestro país y que da cuenta el Informe sobre esta problemática presentado hace unos días por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

El documento se enfoca predominantemente en este grupo de población originaria del Triángulo del Norte de América Central (Guatemala, El Salvador y Honduras) cuyas condiciones de pobreza, desastres naturales y violencia son los principales factores para que huyan de sus hogares y se dirijan de manera solitaria a Estados Unidos ya sea para reencontrarse con sus familiares o para forjarse un nuevo destino. Tan solo en 2015  20,368 de ellos fueron detenidos por el Instituto Nacional de Migración.

No obstante en su paso por México sufren de un lamentable calvario que los vuelven víctimas de delitos de trata de personas, de abusos sexuales, de extorsiones, de privaciones de la vida, y por supuesto de violaciones a los derechos humanos por parte de quienes deberían garantizar sus derechos humanos, como lo son los servidores públicos de migración.

Hacer visible esta triste realidad de estas niñas, niños y adolescentes es un paso necesario para nuestra sociedad e instituciones mexicanas. Sin embargo la tarea más importante, y que realizar la CNDH asertivamente en este informe, es la de analizar el andamiaje  institucional, las leyes y sobre todo observar el comportamiento de los servidores públicos que tienen contacto con este grupo vulnerable para que de manera propositiva el Estado Mexicano pueda garantizar el intereses superior de la infancia.

El año pasado una foto de un niño sirio de 4 años que yacía en una playa fallecido en su intento por llegar a Europa nos horrorizó a propios y extraños en México y el mundo. Pero situaciones igual de desgarradoras acontecen en nuestro país con niñas, niños y adolescentes migrantes centroamericanos y su dolor no nos debe permanecer ajeno. Menos cuando nuestro estado comparte frontera con Centroamérica y cuando los estudios indican que las rutas migratorias no permanecen estáticas.

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