En un conocido diario de circulación nacional se publicó un reportaje sobre el daño que está causando la delincuencia y la violencia en los destinos turísticos de México, entre los que resaltan Playa del Carmen y Cancún, producto de las recientes balaceras y ejecuciones ahí suscitados.
Claro que el reportaje se refiere a la balacera ocurrida hace casi un mes en el Blue Parrot de Playa del Carmen, en donde fallecieron seis personas durante la celebración de la fiesta de la droga, BPM, y al enfrentamiento a tiros en las instalaciones de la Fiscalía General del Estado en Cancún, donde dos personas perdieron la vida.
Pero también hace mención de otros hechos como el cuerpo que apareció dentro de una maleta frente a las oficinas del Tribunal Superior de Justicia del Estado, en Cancún, con un narco-mensaje.
La afectación que ha causado esta ola de violencia en el norte de la entidad, representa un grave daño a la imagen turística, quemando así millones de dólares gastados en promoción, y dejando la vida de estos destinos colgados de un alfiler.
Mucho se ha hablado de la disputa de las plazas por parte de grupos delictivos, y prueba de ellos han sido las mantas con mensajes.
Ha pasado ya casi un mes de los antedichos sucesos sin que se haya logrado el esclarecimiento pleno, pues ha nadie ha convencido la versión oficial de que “estos hechos son una respuesta al trabajo contra la impunidad”.
Está visto que los agentes federales deben continuar en estas ciudad, que el código rojo debe ser permanente y crear o desempolvar el mapa geo-delictivo con que seguramente deben contar las corporaciones para identificar en dónde se ubican los delincuentes.
No contar con ello, es cómo jugar a los policías y ladrones.