Vaya idea del consejero político del CEN del PRI, Armando Barajas, quien se lució al proponer la expulsión del partido de los gobernadores César y Javier Duarte, así como de Roberto Borge, mandatarios de Chihuahua, Veracruz y Quintana Roo, respectivamente.
Gran favor harían a estos gobernadores si los expulsan de un partido arcaico, cuyo ADN es la corrupción, el desprestigio y ahora, el desahucio de la mano de un Presidente de la República malquerido por su pueblo.
Está visto que al PRI ya nadie lo salva. Enrique Peña Nieto se encargó de llevarlo al despeñadero (disculpe la frase refriteada).
¿Por qué estos gobernadores quisieran mantener su militancia priista, si ya llegaron al nivel político más alto que les puede ofrecer?
Los tres saben que ya no serán candidatos nunca más, que ya no podrán buscar una senaduría o una diputación federal, por más desmemoria que tenga la población de este país.
¿Acaso alguien piensa que el PRI los defendería en caso de que los persiguiera la justicia? Claro que no. El Revolucionario Institucional ha demostrado una total deslealtad a sus cuadros cuando atraviesan por este tipo de problemas y de inmediato se lavan las manos (léase Mario Villanueva).
Lo mejor que les puede ocurrir a estos tres gobernadores (además de lograr su inmunidad, porque lo que buscan es ser inmunes y no impunes) es que los den de baja del PRI para quitarse así el lastre de un partido apestado.
Y lo peor que les pudiera suceder y que nadie se atrevería a descartarlo, es que incluso el mismo PRI-Gobierno los ponga a disposición de la Justicia para así querer lavar sus propias tropelías y su desgastada imagen.
Por lo pronto, es evidente que los consentidos de Peña, no son.
