Pese a que México es un Estado laico que respeta los credos religiosos, las afiliaciones ideológicas como los dogmas de fe de su población, no fue sino en las pasadas marchas realizadas en 18 ciudades de todo el país, que el Estado se convirtió en cómplice silenciosos y omiso al permitir violentarse la “laicidad decretada por Juárez” olvidando hacerla valer pero sobre todo, permitir a gobiernos e instituciones que el 130° constitucional no se comprometió para defender el estado laico por el que tanto se peleó, al no exhortar a la iglesia católica como a las asociaciones de culto religioso no hacerlo, y si en cambio permitirles incitar con manifestaciones de odio y/o estados de fobias irracionales a contravenir una iniciativa presidencial presentada que solo busca igualdad de derechos.
Resulta imposible fingir con falsos discursos el negar que hubiera motivos para no hacerlo, ya que queda hoy visible y con claridad que éstos forman parte de una estrategia nacional de la misma iglesia católica para afianzar sus siguientes pasos al reclamo por mayor participación activa en temas políticos y sociales.
No olvidemos que poco se ha dicho que el año entrante se cumplen 25 años del reconocimiento legal de las iglesias como del restablecimiento de las relaciones con el Vaticano, y si bien fueron cinco las visitas que realizaron en este lapso de tiempo presidentes mexicanos, no fue sino hasta la de Zedillo en la que se fincaron las nuevas estrategias permisivas para la iglesia, que hoy le asientan entrometerse en asuntos que solo al estado le debe competer ya que olvida de aquel proceso que condujo a la proclamación de las Leyes de Reforma y que buscaba entender lo que se proponían los liberales decimo-nónicos en su intento por establecer un estado de gobierno duradero afianzado no solo a un moderno aparato político y administrativo sino a responder a esfuerzos por establecer una laicidad como principio jurídico a desencadenar procesos que secularizaran a la sociedad mexicana.
Y ante el debacle de un PRI que en su momento Juan Gabriel le canto, una Derecha que avanza por la derecha y de una Iglesia que se infiltra cada vez más en temas que retroceden los derechos humanos debemos evidenciar que con lógica irracional esta misma “rezó” por el eterno descanso de aquel que en vida evito hablar sobre su sexualidad al ser evidente ésta y que cuya familia si se le reconoció pese a que no cumplía con el mandato de las escrituras.
Creo entonces que ante confusiones e incongruencias debemos aprovechar estos conflictos coyunturales para resaltar la hipocresía y doble moral que tienen sacerdotes y obispos que encabezaron misas antes de las marchas en defensa de la familia, y por la noche como sucedió en Chihuahua ofrecieron misas a un “cantautor Gay” que seguro no entro al cielo, su música les seguirá haciendo recordar sus desamores.