Cuesta trabajo entender que una presidenta demócrata, Dilma Russeff, de Brasil, sea imputada y destituida por agravios nunca comprobados y supuestas desviaciones jamás probadas, salvo por la ligera oratoria de quienes dieron un golpe de estado parlamentario para destruir a un gobierno de izquierda siguiendo, lacayunamente, las tendencias de la Casa Blanca. Este aviso no es una advertencia ni la llamada final; simplemente debe ser analizado a profundidad sobre todo por quienes creen en una opción semejante para México.
Por supuesto, después de la ignominiosa visita del perro rabioso Trump –es dos veces animal porque también es “el pato” Donald–, a nuestro país, queda claro no sólo el grado de injerencia de los vecinos del norte en nuestros asuntos sino, peor todavía, la vergonzosa vulnerabilidad y debilidad ideológica e institucional de un pobre mandatario, peña nieto, desconocedor de la historia, inculto, quien ni siquiera debiera insistir en un título profesional que robó, y capaz de doblar las rodillas ante un infame payaso, mostrando su cobardía. De seguir en esta línea, digámoslo con claridad, cuál puede ser el destino de nuestro país: la sumisión absoluta o la depauperación de nuestra economía por medidas tomadas desde Wall Street.
Pero no es solamente eso. Por desgracia las afrentas contra México, que continuaron en Phoenix, Arizona, precisamente el estado norteamericano en el cual se autorizó a los granjeros con propiedades limítrofes a matar, es decir a “cazar”, como bestias, a los “indocumentados” por el solo hecho de que podrían pasar por sus patios. Son los minuteman, una figura atroz que no puede entenderse en un mundo medianamente civilizado, armados hasta los dientes porque pueden encontrar fusiles de asalto, pistolas y todo tipo de enseres bélicos en un promedio de una armería por cada kilómetro y medio de la frontera entre México y su vecino geográfico.