El Estado Mexicano parece estar pasmado, víctima de esclerosis. No reacciona con agilidad frente al cambio internacional evidente que viene del norte y cuyo efecto directo puede ser aplastante. El jefe de estado se limita a declarar que los desafíos se habrán de enfrentar con el diálogo y la negociación. Como si fuera una eventualidad a futuro. La cancillería lanzó un tardío programa de 11 acciones sin trascendencia.
La realización de la Asamblea Nacional de Gobernadores CONAGO, el pasado viernes 18 de noviembre, pareció el momento adecuado para agrupar a las instituciones del Estado y hacer patente ante el mundo un sólido mensaje de unidad nacional y de defensa internacional; para convocar a todas las instituciones del estado: el gabinete en pleno, poderes legislativo y judicial, las fuerzas armadas. Un llamado de cohesión. Pero no fue así. Solo fueron convocados los que deben estar en un evento de rutina y la llamada “Declaración de Oaxaca” quedó como un texto algo improvisado sin entusiasmar a nadie. No pareció un mensaje sólido para la nación. El débil rechazo verbal a la eventual repatriación de migrantes no va a detenerla.
El hecho nos orilla a decir que el viejo PRI sabia reaccionar frente a este tipo de circunstancias y sacarles ventaja. El actual está carente de identidad. Junto con sus aliados del nuevo temporal no tienen referencia histórica. No hay un pasado común que los identifique, así como no tienen un futuro que les pertenezca. Dan muestra de que no pueden liderar el futuro del país porque no saben cómo. Hasta el Pacto Federal parece estar haciendo agua. Ha sido sustituido por el otro, por ese gelatinoso acuerdo político y de intereses que para algunos es simplemente un pacto de impunidad.