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septiembre 20, 2024

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EPN, producto de Televisa… ¿y Aristegui?

Incluso, desde antes de que llegara a la silla presidencial, las documentadas pifias de Enrique Peña Nieto dejaban entrever lo que representaría su sexenio: burlas, desaprobación e impericia para tomar las riendas de un país que, si bien no repuntó hacia la excelencia durante el mandato de Felipe Calderón Hinojosa, definitivamente estaba mejor que ahora.

Jorge Castro palacios copia

Incluso, desde antes de que llegara a la silla presidencial, las documentadas pifias de Enrique Peña Nieto dejaban entrever lo que representaría su sexenio: burlas, desaprobación e impericia para tomar las riendas de un país que, si bien no repuntó hacia la excelencia durante el mandato de Felipe Calderón Hinojosa, definitivamente estaba mejor que ahora.

Su muy descuidada imagen política lo ha vuelto blanco fácil para sus detractores, quienes consecuentemente lo han convertido en objeto de un sinnúmero de acusaciones (algunas ciertas, algunas no) desde que fungiera como gobernador del Estado de México.

Una de estas acusaciones es que éste es un “producto” de Televisa, compañía que presuntamente lo impulsó para ser presidenciable, le “puso” mujer y manejó toda la estrategia de marketing político y electoral que finalmente lo llevó a Los Pinos en 2012. Tanto Peña, como Emilio Azcárraga Jean, fueron beneficiarios de esta millonaria y maquiavélica mancuerna (“el fin justicia los medios”, dicen).

El 9 de noviembre de 2014, la periodista mexicana Carmen Aristegui publica el magnífico reportaje “La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto”, mismo que se vuelve un ‘boom’ a nivel nacional e internacional por el rigor de la investigación realizada por ella y su equipo, y –por supuesto- la gravedad de la información que se dejó al descubierto.

Lo que vino después para Carmen fue un conflicto con la empresa en que la colaboraba, MVS Comunicaciones, su despido de la misma y hasta una demanda por presuntamente escribir “falsedades” en el prólogo del libro con el mismo nombre de la investigación previamente mencionada. Con ello, la comunicadora adquirió un estatus de “enemiga del sistema”, lo que atrajo el apoyo de millones de mexicanos inconformes con la administración peñista.

Ya independizada, Aristegui mantuvo línea fuerte contra EPN y todo funcionario priísta que tuviera “tela para cortar”. Y no es para menos, pues era evidente que ahí estaba su público y que Peña Nieto era el principal “producto” a vender para una sociedad ya “calentada” por malos manejos y escándalos de un incompetente presidente.

Hace unos días, la periodista anunció con “bombo y platillo” (cual estrategia de marketing) la revelación de una nueva investigación,  en la que –nuevamente- su figura principal era el infortunado Peña, y, como todos ya sabemos, se trató del plagio en su tesis universitaria. ¿Vergonzoso? Sí, ¿carente de ética? Por supuesto, ¿ilegal? No, ¿peligra su permanencia en el cargo? ¡Para nada!  Resulta ser que la Ley mexicana no exige ni siquiera licenciatura para poder ejercer el cargo de Presidente de la República; contrario a países como Hungría, en donde tener un doctorado es requisito. De hecho, en 2012, Pál Schmitt, ex presidente húngaro, se vio obligado a renunciar cuando se dio a conocer que había plagiado su tesis de doctorado.

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