Creíamos que una embustera como Rosario Robles Berlanga, quien adelantó su autobiografía para proclamar que actúa “con todo el corazón” –ya hasta dejé de escuchar la rola que tanto me gustaba–, situara al papel periódico como matamoscas y limpiador de ventanas.
Este es el grado de su cultura y el nivel de su tolerancia. Una prepotente sentencia como ésta, que nunca será olvidada, merecería el cese inmediato de la funcionaria en una democracia que fuera tal. Y aquí se le quiere dar cariz de anécdota por los tuertos defensores del establishment.
Y como de embustes están llenas las oficinas gubernamentales, ninguno puede superar al de Aurelio Nuño Mayer, quien infama el escritorio de Vasconcelos, el maestro de América –todavía puede apreciarse en el despacho principal del secretario de Educación-, cuando habló de disminuir las evaluaciones magisteriales –un pretexto para arrojar a la calle a los disidentes a cambio de ceder plazas a los sumisos y gobiernistas–, y de inmediato anunció el cese de mil doscientos maestros localizados entre los plantones de Oaxaca y Chiapas, además de otras entidades.
Otros embusteros al servicio del señor peña son quienes intentan desdeñar las pruebas sobre el plagio de su pobre tesis profesional, a todas luces elaborada por uno de esos leguleyos que ofrecen servicios para llevarlas a cabo y preparar a los presuntos profesionales a dar respuestas sobre “sus” trabajos, aduciendo la permanencia de otros conflictos graves en el país como la falta de abasto en las ciudades bloqueadas.
Hace diez días estuve en Tuxtla y lo que menos observé, en los mercados, fue que no hubiera mercancías perecederas, sobre todo frutas y legumbres. Fue un agasajo, además, comer en alguno de los restaurantes típicos donde no habían sentido, siquiera, la falta de alguno de sus condimentos claves.