La gran mayoría de las emociones por el triunfo del señor Carlos Joaquín parecen tener una tendencia milenarista, es decir, que en él, encuentran un ángel con espada en mano dispuesto a blandirla en contra de los enemigos de la sociedad, a asestar duros golpes en contra de esa lacra que ha vivido enquistada por años y años chupando de las arcas públicas en pro de su beneficio pero que por desgracia, la sociedad es culpable de ello al haber tenido actitudes apáticas por años y años y no haberse atrevido a ejercer su voto para decidir otro porvenir.Hoy se menciona que la gran vencedora de estas elecciones fue la sociedad que salió dispuesta a ejercer su derecho en un porcentaje considerable y finalmente se dieron cuenta de que parece, que la unión hace la fuerza.
Pero esto es solo el principio de algo. El señor Carlos Joaquín no es un salvador, no es quien viene a limpiar la casa, no es quien enderezará los malos manejos de una élite política; el señor Carlos Joaquín seguramente espera que la sociedad empuje desde su trinchera para coadyuvar en esta causa de limpieza y mejoramiento por Quintana Roo.
Nos corresponde a nosotros, la sociedad, exigir, dar seguimiento, recordar constantemente las razones por las cuales votamos por el señor Carlos; no podemos quedarnos sentados en nuestros laureles pensando que llegó el vengador y que se solucionará todo.
La Constitución nos exige estar al pendiente y pedir información que nos concierna, la ley de trasparencia nos otorga ese derecho (Art. 6 Constitucional), así como el derecho de petición sobre cualquier anomalía en nuestra ciudad (Art. 8 Const.) ejerzamos y ayudemos a hacer un mejor Quintana Roo.