Los resultados preliminares reportan una asistencia general a las urnas del 54% del padrón de electores. Prácticamente el 15% superior a lo sucedido en las federales del año pasado, pero refrendando el mismo nivel de participación en las presidenciales del 2012. Es decir, el índice refleja el tope de la euforia electoral. Suficiente en esta ocasión para cerrar el paso a la continuidad y abrir la brecha de la alternancia.
Cancun y todo el corredor turístico hasta Tulum se quedaron por debajo de esta media estatal. Los distritos locales electorales que los comprenden, del 2 al 10, promediaron el 46.5% de asistencia. Es la zona más poblada, urbanizada y dinámica del estado; por lo tanto, la más competida y aun así la que muestra mayor ausencia. Se supone que es por indiferencia pero también es la región más susceptible a la inhibición intencionada del voto. Cualesquiera que sean las razones es un dato que no pueden pasar por alto gobierno y partidos.
En contraste, todo el sur del estado, la capital y la adición de Lázaro Cárdenas, zonas más rurales y poblacionalmente dispersas, fueron las regiones que subieron el promedio estando todos los distritos por arriba del 60%, con el excepcional caso del distrito 12 que alcanzó el 70.6%. En campaña se llegó a decir que este era territorio bajo control del “sistema” y fue justo el que le dio la vuelta porque su masiva votación se la dio, además, a la oposición. El sur del estado se la jugó. El sur reclama. No fue únicamente un voto de castigo para los que se van sino también un llamado de auxilio -y si se quiere de advertencia- para los que llegan. Con destacada sensibilidad el próximo gobernador acaba de mencionar tres prioridades: restablecer la seguridad pública; impulsar el campo y reactivar la economía de Chetumal. Por ahí es.
