Bastaron escasas cuatro horas para que el jerarca nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, se diera cuenta en qué condiciones está el priismo quitanarroense y cuál de las decisiones que traía en mente era la más factible y conveniente de aplicar.
A como lo suponía, encontró una militancia dividida y resentida por los errores previos y posteriores a la dolorosa elección del 5 de junio, con varios “tiradores” de la cúpula local prestos a sentarse en el sillón de Raymundo King, que no las ha tenido todas consigo últimamente.
Hasta el mediodía del viernes pasado, la moneda de la suerte de “Ray” estaba en el aire y si bien él le apostaba a dos reuniones de contención de ánimos que sostuvo días antes con dirigentes de sectores y otra después en CDMX con el propio Ochoa Reza, lo cierto es que lo que se especulaba era que venía el líder nacional a hacer cambios.
Ochoa pulsó primero la percepción de los medios de comunicación y posteriormente sopesó las condiciones reales del priismo estatal, en un muy festivo encuentro con la militancia (al ritmo de batucada, duelo de porras y kilos de confeti rojo volando), que más parecía la celebración de un partido triunfador que el de uno en el camino a la redención.
El líder nacional escuchó quejas de traiciones cupulares hacia figuras como la del ex gobernador Joaquín Hendricks y la ex alcaldesa cancunense Magaly Achach; observó la rivalidad entre sectores tan competitivos como la CROC de Mario Machuca y la CTM de Isidro Santamaría; evaluó solicitudes y sugerencias para dirigir el PRI estatal de gente como Mauricio Góngora, Eduardo Ovando, Carlos Cardín, Cecilia Loría y hasta de un avispado José Luis Toledo, quien madrugó el día con una carta abierta en los periódicos proponiendo –en franca auto promoción– “ir más allá” de lo que el partido ha hecho hasta ahora.
Pero con la gubernatura de Quintana Roo perdida hace cuatro meses, el “arrebatón” que le dieron después del Congreso y los persistentes señalamientos de corrupción e impunidad en contra del gobierno saliente de Roberto Borge, como que Ochoa no quiso arriesgarse a descabezar su partido y entregar otra bandeja de plata a los de la casa de enfrente… y a algunos de la propia casa.
En vez de eso, decidió darle un nuevo voto de confianza a Raymundo y le brindó el espaldarazo. Por ahora no habrá cambios y las cosas se quedan a como están, fue el mensaje.
Le apostó el líder priista a la unidad partidista y pidió desterrar divisiones, revanchismos, chantajes y amagues, para empezar a operar la transición hacia el “nuevo PRI” que, aseguró, lo van a conseguir con diálogo abierto a toda la sociedad y, sobre todo, con una profunda auto crítica.
Y “Ray”, ya sin un gobernador priista que lo respalde desde el poder o que le intente tomar el control del partido, aceptó todos los compromisos que le dejó Ochoa.
¿Será la ratificación de King la solución para reconstruir el PRI? El tiempo lo dirá.