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noviembre 22, 2024

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El sedentarismo y nuestros pies

Si bien la innovación y la tecnología que trajo tuvieron muchos beneficios para la humanidad, hubo que pagar un enorme costo físico para este progreso.

De pasar muchas horas en movimiento al aire libre, realizando tareas manuales, nuestros trabajos se mudaron puertas adentro y requirieron pasar la mayor parte del día sentados o parados, ya sea en una fábrica, una oficina o conduciendo un vehículo.

Esto ha tenido un enorme impacto sobre nuestros cuerpos, y uno de los primeros afectados fueron nuestros pies.

El profesor de la Universidad de Kent Vybarr Cregan-Reid, autor de los libros “Footnotes” (Pies de página) y “Primate Change” (Cambio primate), indagó sobre este tema para la serie “Mundos cambiantes, cuerpos cambiantes”, del programa de radio de la BBC The Compass.

Según Cregan-Reid, cada vez hay más evidencia científica de que los pies son clave en la evolución humana.

Pero hay poca información sobre cómo se desarrollaron los de nuestros antepasados, debido a que hay muy pocos fósiles de pies y manos.

Dado que están en las extremidades, es común que, tiempo después de la muerte, se separen del resto del esqueleto o sean separados por predadores.

Huella antigua

Es por esto que hallar huellas antiguas es tan importante para los paleontólogos.

Perfectos

Una de las huellas de pisadas humanas más antiguas que se hallaron data de hace un millón y medio de años, y se encontró en Kenia.

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La huella ayudó a determinar algo fascinante: que los pies de nuestros antepasados se mantuvieron prácticamente sin cambios, mientras el resto de sus cuerpos atravesaban grandes modificaciones.

Esto sugiere que por mucho tiempo nuestros pies fueron perfectamente adecuados para nuestro estilo de vida.

Mientras nuestros cerebros se agrandaron, nuestros dientes se achicaron y nuestros huesos se alargaron, el proceso evolutivo no afectó demasiado a los pies.

Sin embargo, esto cambió dramáticamente en los últimos tres siglos, cuando nuestros pies atravesaron cambios sin precedentes: mutaron, debido a lo que hacemos -y dejamos de hacer- con ellos.

Débiles, grandes y planos

Hoy nuestros pies son más débiles, más grandes y más planos. Y esta es una mala noticia no solo para la salud de nuestros pies sino la de todo nuestro cuerpo.

La pérdida de eficiencia de nuestros pies se refleja en un dato llamativo: casi el 80% de las personas que practican el running (corren de forma recreativa) sufren algún tipo de lesión cada año.

Pareja corriendo

Fue esta estadística la que primero llevó a Cregan-Reid a interesarse en nuestras extremidades inferiores.

Decidió consultar a Hannah Rice, experta en Deportes y Salud de la Universidad de Exeter, quien se especializa en entender cómo y por qué nos lastimamos tanto los pies.

Según Rice, las heridas no se deben a que los corredores exigen más de lo que los pies pueden hacer.

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“Hace decenas de miles de años la gente usaba (los pies) mucho más que ahora así que no es un problema de sobreuso. Quizás el problema es que no los estamos usando lo suficiente como para acostumbrarlos a mucho uso”, explicó.

Rice dio como ejemplo al corredor “clásico”, que practica ese deporte tres o cuatro veces por semana y luego pasa todo el resto de su tiempo sentado, ya sea en su escritorio de oficina o en el sofá de su casa.

Es decir: lo que nos lastima realmente no es correr, sino lo que hacemos cuando no estamos corriendo.

Y los expertos han logrado determinar cuándo empezó el problema: con la Revolución Industrial y el comienzo del estilo de vida más sedentario.

A partir de entonces, nuestros pies empezaron adaptarse a nuestra nueva realidad de no movernos.

Pies de hombre descansando en un sofa

Superficies duras y suelas planas

Otras características de la vida moderna empeoraron aún más el panorama.

Por ejemplo, las superficies duras y planas que solemos caminar a diario. O el calzado de suela plana que solemos utilizar para recorrer esos suelos duros.

Estos no permiten que los cerca de cien músculos y tendones que tenemos en cada pie se muevan como solían hacerlo cuando la vida era menos cómoda, los trabajos requerían movimiento y las personas se movilizaban a pie.

El resultado es que la musculatura se debilitó, haciendo que nuestros pies sean más frágiles. También se perdió la capa protectora de callos que solían tener nuestros antepasados que pasaban mucho tiempo descalzos.

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Pero no fue hasta los años 70, cuando correr se puso de moda, que empezó a revelarse la dimensión real del estado de nuestros pies, tras unos doscientos años de sedentarismo.

La locura por el running agregó un nuevo problema: comenzó la moda de usar zapatillas como vestimenta diaria.

Tal vez creas que esto debería ser una buena noticia, ya que muchas zapatillas, en especial hoy en día, se promocionan por sus supuestos beneficios para los pies.

Una zapatilla hecha de pequeñas zapatillas.

Sin embargo, desde que empezamos nuestra relación amorosa con las zapatillas, ha aumentado la incidencia del pie plano en muchas partes del mundo, especialmente en Occidente.

Tener pies planos es un problema porque el arco le da estabilidad al pie. También es esencial para poder caminar, pero sobre todo para poder correr.

“Cuando corres, el arco del pie funciona como un resorte y, de hecho, es uno de los resortes más poderosos del cuerpo”, explica el paleontropólogo de la Universidad de Harvard Dan Lieberman.

Tener pie plano también puede afectar a las rodillas y las caderas.

Como si todos estos desafíos no fueran suficientes para nuestros pobres pies, en los últimos años se agregó la epidemia mundial de obesidad que, por razones obvias, afecta a nuestros miembros más australes.

Qué podemos hacer

Una de las cosas más sencillas (¡y baratas!) que podemos hacer para mejorar la salud de nuestros pies es caminar. Idealmente, descalzos.

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Según Rice, un estudio realizado en niños en India comprobó que quienes no usaban zapatos ni sandalias tenían menos pies planos.

Vybarr Cregan-Reid cree que debemos “redescubrir nuestros pies para aprender a usarlos nuevamente”.

Una madre y su beba caminando descalzas en una casa

Incluso modificar hábitos pequeños, como quitarse los zapatos dentro de la casa y tratar de moverse más, pueden ayudar.

El experto afirma que, hagas lo hagas, la clave es tomártelo con calma.

“Descubrir los músculos olvidados de los pies puede ser doloroso al comienzo, pero eventualmente será gratificante”, promete.

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