Vivir un temblor permite que tu vida quede marcada de por vida, la sensación es tal, que jamás la olvidarás. Los que vivimos en este polo turístico, somos afortunados, los fenómenos de la naturaleza nos avisan el momento en el cuál harán su aparición y nos dan la oportunidad de prevenirnos.
Un temblor es sinónimo de muerte, se presenta en el momento menos indicado, en la zona menos apropiada y se lleva a quienes no creeríamos. Los asombroso es poder ver las imágenes que cuál hormigueros activos, en busca de alguien a quién ayudar, se muestran de la población afectada; de ver la fortaleza de la gente por su gente y que además, están ávidos de hacer cosas buenas, porque su esencia es esa.
De manera generalizada, la población ha expresado a través de las redes su solidaridad, así como sus deseos de ayuda al prójimo a pesar de que no les conocen; ha expresado su deseo de que dinero del presupuesto destinado a los partidos políticos se canalice en ayuda real a muchas zonas de nuestro México.
Los deseos de la gran mayoría son nobles, sin embargo, al ver las imágenes detalladas de los edificios colapsados, nos debemos de preguntar: ¿Cuántos años tenía de construcción? ¿Sus cimientos no eran de la calidad adecuada?
Lo cierto es que además de considerar los múltiples factores por los cuales se colapsa un edificio o casa, como el tipo de terreno y la fuerza e intensidad del movimiento sísmico, se debe de tener en cuenta que la población ha dejado de lado el observar la seguridad de su hogar, no tenemos una cultura de mantenimiento de las estructuras o cimientos después de muchos años de utilidad, seguramente hay un trasfondo económico, ya que hay una cantidad enorme de pobreza a la que le resulta imposible poder realizar tales actos. Por otro lado, cuando alguien compra un departamento o casa, siempre y de manera ciega, entregamos nuestra confianza de que recibiremos un inmueble de calidad absoluta, cuando la realidad no es así.
Normalmente la mala calidad en los materiales de construcción aflora durante el primer año de uso: paredes cuarteadas, vigas despostilladas, techos con fisuras, filtración de agua, repellos que se caen, pisos que se “explotan” y mil cosas más. Por ello, el gobierno y quienes sean responsables de aprobar la construcción de casas y edificios, tienen una alta responsabilidad más allá de intentar justificar que fue el sismo es el culpable.
Lo malo es que nadie va a enjuiciar a esas constructoras que lucran con la venta de un bien preciado ni tampoco se les fiscalizará minuciosamente, pero queda claro que son responsables de fallecimientos innecesarios.