A diez días de entregar el poder de Quintana Roo, al otrora “poderoso y omnipotente” gobernador Roberto Borge, se le ve desgarbado, demacrado, desalineado, incluso muy por debajo del peso que mantuvo durante su gestión.
Pareciera que a Borge Angulo no le advirtieron que el cargo que aún ostenta, tiene fecha de caducidad y tuvo que bajar de su nube de sopetón. Pero no fue así, el mandatario ha tenido que asumir los golpes a cuenta gotas.
Borge no tenía en sus planes entregar el poder a otro partido, y mucho menos a quien él mismo colocó como su “archienemigo”.
Su cara y su porte ya no son las mismas. Poco a poco tuvo que bajarle a su postura que mantuvo a lo largo de cinco años. El primer descalabro para su causa fue el hecho de que no fuera postulado su gallo como candidato a la gubernatura. El PRI, su partido, no se sometió a sus caprichos e impuso a otro, al que siempre quiso su padrino, su maestro, su amigo, su creador: Félix González, quien de alguna manera lo traicionó o en el peor de los casos, lo ninguneó.
Eso, sin duda, dolió y lo cimbró. Pero apenas era el comienzo de lo que hoy padece. Desde entonces se le vinieron los problemas en cascada, el destino lo empezaba a colocar en su justa dimensión. Sus amigos dejaron de serlo, los aduladores ahora lo atacan, el poder empieza a ceder y la miel ahora sabe a hiel.
Hoy se sabe perseguido, advertido, malquerido por la gente, analizado con lupa, y lo que es peor: Parece que no será perdonado. Por eso tiene que tomar decisiones de franca desesperación, como la de hoy, que no dará “El Grito” en Chetumal ante las inminentes expresiones de quienes no se tocarán el corazón en responderle a sus agravios.
¿Cómo le irá en Cancún?
