Suegras, cuñadas y comadres…Qué desmadrito se está viviendo en Cancún con la entrada de la empresa de transporte Uber, que sin decir agua va, empezó a hacerse cancha en el principal destino turístico del país.
Hay que reconocer, ante nada, los tamaños de los operadores de autos Uber, quienes son los que dan la cara y se ponen de frente a un Sindicato que mantiene su fuerza en la cantidad de socios y choferes que, sin miedo a equivocarme, son más de 13 mil tan solo en Cancún.
Y vaya que los s del Sindicato “Andrés Quintana Roo” se ponen violentos cuando tratan de tocar sus intereses, cuando pretenden afectar su patrimonio, es decir, sus concesiones de placas.
Por eso es digno de reconocer los tamaños de Uber, que de pronto se aparece para decir “quítate que ahí te voy” a los cerca de 7 mil socios, más los conductores.
Pero claro está que todo este revuelo tiene su trasfondo político, pues con ello no sólo se trata de brindar un “mejor” servicio de transporte, sino que más bien quieren desactivar uno de los brazos priistas más poderosos de Cancún y del Estado, como es el sindicato más grande del sureste.
Este es el motivo por el que el gobierno priista salta en defensa del sindicato. De hecho se puede decir que ya se esperaba la entrada de Uber a esta entidad, y por ello el gobierno del Estado y el Congreso modificaron la ley de transporte, a fin de colocar candados infranqueables. ¿Infranqueables?
Bueno, por lo menos así lo era hasta el término de la XIV Legislatura al servicio del Ejecutivo. Hoy esto cambió, y no dudemos que dentro de toda esta revolución, se vendrá el cambio de transporte. Lo peor está por venir. Ojalá me equivoque, pero creo que aquí correrá la sangre más temprano que tarde.