Cuando muchos en Cancún creían que en estos días ya todo sería calma, felicidad, con cifras alegres de la ocupación hotelera ¡sopas! que se les olvida que la delincuencia no descansa, al contario, aprovecha estas fechas de aguinaldos, de casas solas y de embriaguez para arremeter contra la gente.
Así es, la cifra de robos y asaltos se he incrementado exponencialmente en esta entidad y la chamba de los ministerios públicos se ha multiplicado con la gente que sí denuncia, porque la gran mayoría no lo hace.
Y el hampa ya no sólo opera contra los que más tienen, contra los que le pueden dejar un jugoso botín, ya no, ahora opera parejo, roba y asalta a todo aquel incauto que camina solo por la calle, a la mujer que descuida su bolso, a aquel que sin importar muestra que su cartera está llena y a aquellas viviendas cuyos moradores están de vacaciones.
¿Y policía?
Ah, los agentes están preocupados por fregar a los borrachos con su inútil alcoholímetro, es a ellos a los que tienen el mira para sacar su aguinaldo, como ya es una costumbre.
Cifras extraoficiales señalan que los delitos menores, aquellos que no tienen muertos, se han incrementado hasta en 200 por ciento, en comparación con los números de los meses anteriores, es decir, en la temporada baja de septiembre, octubre y noviembre.
Es más que evidente que Cancún padece problemas de las grandes urbes, que el descuido o el valemadrismo de las autoridades durante años, dejando que la ciudad crezca como enredadera (a lo bruto) deja como secuela lo que hoy mantiene a la sociedad contra la pared.
Lo peor del asunto es que no se ve un remedio, medidas o políticas públicas que pongan un freno, por el contrario, cada vez menos agentes, menos patrullas, son las que cuidan esta ciudad.
