Requiere de nosotros una conversión pastoral profunda que nos lleve a afrontar los nuevos y enormes retos pastorales con nuevas actitudes de cercanía, humildad, creatividad y valor profético. El Espíritu Santo, alma de la misión, es quien nos va guiando en el camino. Abramos el corazón con sinceridad y generosidad para recibir sus inspiraciones y pidamos la fortaleza necesaria para llevarlas pronta y diligentemente a la práctica.
24.- Este trienio de gracia es una misión que nos toca a todos, este año jubilar eucarístico es una misión que nos toca a todos. Que la gracia de la renovación y de la conversión pastoral toque todos los corazones. A todas las parroquias y a todas las dimensiones y comisiones. A todos los grupos parroquiales, apostolados y movimientos, a todos los agentes pastorales. Pero de manera especial pedimos al Señor que esta gracia toque los corazones de los sacerdotes, religiosos y consagrados que tienen una misión tan extraordinaria en esta iglesia particular. La familia es una misión que nos toca a todos. La familia hoy día es atacada, desprestigiada, despreciada, por eso necesita más que nunca que alguien la rescate y la valore como Dios la valora. Los laicos es una misión que nos toca a todos. Queremos una iglesia discípula y misionera y son los laicos quienes lo lograran participando en primera línea, y asumiendo su corresponsabilidad en la misión evangelizadora que les toca. Los jóvenes es una misión que nos toca a todos. En esta nueva época globalizada la participación de los jóvenes es la clave para el presente y el futuro de la evangelización. Son almas espontáneamente misioneras con un potencial extraordinario. Ayudarles a ser auténticos discípulos del Señor vence el fervor pasajero y les afianza en su perseverancia en el servicio de la iglesia. La cultura vocacional es una misión que nos toca a todos: apoyemos a los jóvenes con inquietud vocacional para que den la respuesta generosa que Dios espera. No nos cansemos de rezar por las vocaciones. La vocación nace en la oración, madura en la oración y solo en la oración produce frutos abundantes. El seminario, corazón de la Iglesia, es una misión que nos toca a todos. Ahí los jóvenes seminaristas disciernen el llamado de Dios, cultivan su espiritualidad y se capacitan para responder a los retos pastorales de nuestro tiempo. Que no les falte nunca nuestro apoyo y cercanía. El sacerdocio es una misión que nos toca a todos.