Así como en México fue detenido el cantante de narcocorridos Gerardo Ortiz acusado de hacer escandalosa apología del delito en un video musical, en España fue llevado a tribunales el cantante de rap metal que se hace llamar César Strawberry, líder de la banda Def Con Dos, indiciado por emitir provocadores tuits que la fiscalía consideró promotores del odio y humillantes para las víctimas del terrorismo. Por razones distintas ambos quedaron en libertad: el primero al pagar fianza por cometer delito menor y el segundo al ser absuelto porque se consideró que no cometió delito alguno.
Mientras tanto, en Orlando no han terminado de llorar a los masacrados en un bar cuando en California un concurso internacional deportivo, los CrossFit Games, en los próximos días entregará como premio a los ganadores de cada categoría una flamante pistola Glock, misma marca y modelo de la que se utilizó en aquella matazón. En una sociedad en la que quien paga manda, el patrocinador impone sus regalos sin rubor ni juicios de valor.
Las cuatro notas son parte simple del anecdotario cotidiano. Ni quien se asombre: “la violencia se encuentra tan arraigada que el miedo natural que provoca se ha convertido en indiferencia.” Ha evolucionado como un mecanismo de defensa interiorizado en nuestros patrones culturales, como un culto silencioso, siendo pocos quienes lo advierten a pesar de que forma la parte mayor de los sucesos que nos enteramos a diario por todos los medios.
Una rápida revisión de los contenidos en los medios informativos nacionales y foráneos que consulto de manera regular me arroja que en la mayoría no existen secciones específicas dedicadas a difundir las actividades de la creatividad, el arte y la cultura (local o general) y las notas de esos temas son incluidas esporádicamente en espacios dedicados al espectáculo y a la farándula. De la ciencia, ni hablar.