La calidad es vital para que cualquier producto sea competitivo en el mercado, las leyes del Neoliberalismo así lo establecen para que haya un librecambismo ventajoso para cada empresa involucrada sin embargo, no sucede siempre así en todos los países.
El control de calidad implica que las empresas destinen inversión en materiales de excelencia y en un grupo especializado para determinar cuando algo no procede; en los supermercados solemos encontrar una cantidad n de productos, y suponemos que todos han pasado por un control interno, propio de las empresas y uno externo, el que otorga el gobierno al dar el VoBo sobre cualquier producto registrado y resulta que no es así.
¿Cuántos productos que hay en el mercado realmente cumplen con las especificaciones de calidad?
¿Realmente el gobierno cumple con la función de verificar que haya calidad? Ciertamente no, y lo podemos constatar cada vez que vamos al súper.
En un principio estos productos son ¡increíbles, perfectos, mágicos! pero conforme pasan los meses se diluye su encanto y se vuelven del montón, pero esto no es exclusivo de los productos de un mercado sino que lo podemos hacer extensivo a la sociedad, sus instituciones y sus individuos.
Siempre hay un sesgo de mala calidad, de una falta de excelencia en cada institución, de un querer y no poder alcanzar; es vital que se replanteen los controles de calidad en el personal de toda sociedad y más ahora que vienen las votaciones, cheque bien la calidad real de cada candidato y voten por quienes representan el reflejo de su propio control de excelencia.
El mundo es un reflejo de nosotros mismos.