Llevo días pensando en la obscena lista de los ex gobernadores y altos funcionarios casi todos priistas (aunque también los otros partidos aportan su cubo de basura) que hoy están prófugos de la justicia, con una orden de aprehensión o en la cárcel gozando de comodidades VIP con los mejores servicios incluidos. Prácticamente todos los casos tienen algo en común: las esposas, sus mujeres, esas que eligieron a Tomás Yarrington a Javier Duarte o a Roberto Borge como el hombre del que sólo la muerte las separaría, hoy están libres, fuera de México y derrochando una fortuna que se alimentó del erario público y, por más fatalista que suene, también de los miles de muertos que la guerra del narco político ha provocado.
Pero es difícil imaginar, por ejemplo, que una persona, luego de cinco, diez o veinte años casada con otra, no sepa quién es ese ser humano con el que comparte la cama, las mañanas, la crianza de los hijos, las situaciones más pedestres y también las más complejas de la existencia. Estas mujeres se refugian en Londres , Francia, o en Miami, se distraen saliendo de compras en Houston y un faraónico etcétera que hace arder la sangre de quien tenga sangre en las venas y comprenda lo indignante que resulta que en un país como este, con más de cincuenta millones de mexicanos en situación de pobreza (patrimonial, extrema, alimentaria); esa dinastía de políticos saqueadores y ladrones, luego de hacer sus cuentas, calculen que salen ganando incluso si se entregan o se dejan atrapar pues de cualquier manera, después de diez o quince años estarán libres y sus familias disfrutarán de una fortuna asegurada por generaciones.
Y vuelvo al punto: sí, puede que en las averiguaciones previas y en los desahogos de pruebas de los casos sean ellos los responsables, pero desde una perspectiva ética, es una chingadera de igual tamaño ser Javier Duarte que ser la esposa de Javier Duarte o ser Roberto Borge que la esposa de Roberto Borge. ¿Qué piensan estas mujeres? ¿Qué explicación se dan a sí mismas para poder dormir en paz? ¿Por cuántos millones de dólares se vende no sólo el alma propia sino también la de tus hijos cuando sabes que sus lujos vienen de una espesa corrupción que incluye crímenes sanguinarios?
Una vez que somos adultos, siempre sabemos, intuimos, vemos señales, aunque a veces las dejemos pasar de largo. Desde luego es mejor creer en la inocencia (sobre todo en la propia) porque asumir responsabilidad de todo lo que hacemos sin poder argumentar “yo no sabía”, es aterrador. Parafraseando el dicho popular: detrás de cada hombre corrupto, siempre hay una esposa cómplice.