Presume el señor peña de que, a través de su cuestionada administración –sólo creen en él quince de cada cien mexicanos, por lo general adherentes al erario–, la creación de dos millones doscientos mil empleos durante los cuatro años del régimen por él encabezado y cuyas expectativas eran, en un principio, mucho mayores; en realidad lo eran desde la oscura etapa de felipe calderón quien se autoproclamó como “el presidente del empleo” y acabó siendo un militarete con la casaca grande cual si se tratase de una caricatura del fantasmita “Gasparín” –éste sí con mayúsculas por lo divertido–. Con tales mentiras encubren una realidad poco feliz para los mexicanos; pobres de aquellos capaces de tragarse no sólo la carnada sino hasta el anzuelo.
Lo que bien ocultan el presidente y sus prodigiosos asesores en materia económica y laboral –cortados con la misma tijera utilizada para confeccionas los trajes de los usureros ávidos de acrecentar sus fortunas en un santiamén–, es un hecho irrefutable: para evitar la fuga de mano de obra, sobre todo la más calificada, y el desempleo abierto es necesario crear, nada menos, ¡dos millones de fuentes de trabajo al año!”, lo cual significa que con el peñismo en el cenit ya nos faltan ¡cinco millones doscientas mil plazas!, más del doble de las anunciadas por el mandatario obtuso quien lee lo que le ponen en las manos sus asesores sin cotejar los hechos.
Si en esta misma línea se administra los recursos domésticos de “Los Pinos”, los mexicanos acabaremos pagando los desayunos de la regia familia presidencial liberada de la plebe y de la prole, términos racistas como quieran verse que no dieron lugar a querellas tan formales como las del fútbol en donde cualquier imbécil, puede llamar “simio” a un adversario, para exaltar el oscuro color de su piel, sin ser sancionado con la severidad ameritada.